Los versos del bardo británico estimulan la capacidad cognitiva y comunicativa de chicos con dificultades de aprendizaje.
En el año en el que se conmemora el 450 aniversario del nacimiento de William Shakespeare (1564- 1616) sorprende que la vigencia de sus obras trasciende el ámbito meramente literario, para inmiscuirse en el terapéutico.
La actriz y directora de teatro británica Kelly Hunter ha creado un fascinante método para estimular a niños que padecen autismo mediante las obras del bardo británico, en un inolvidable viaje con payasos, magos y criaturas fantásticas.
Hunter Beat (el nombre proviene del apellido de su creadora y de «beat» que significa latido) basa su técnica en el ritmo de la métrica que empleaba Shakespeare (pentámetro yámbico). Éste crea el sonido de las palpitaciones del corazón lo que propicia que los niños se sientan más seguros. Además, las expresiones faciales y las voces exageradas, clásicas de este tipo de obras son ideales para facilitar la comunicación.
«Básicamente, la audiencia con problemas de aprendizaje y comunicación y los actores se mezclan con los juegos que surgen del texto de Shakespeare y el ritmo de las palabras», añade Kelly.
El relato de amor y magia en un isla, que relata Shakespeare en «La Tempestad» ha sido la primera obra elegida para trabajar con niños autistas en un teatro de Stratford-upon-Avon, el lugar de nacimiento de Shakespeare que mantiene vivo el legado del autor.
Este método se dirige a una audiencia muy limitada, unas 15 personas de entre 8 y 24 años que se sientan en un corro alrededor de los seis actores que protagonizan la obra con una duración de 75 minutos. En la segunda fila asiste público integrado por 30 personas entre profesores, familiares de autistas, cuidadores o profesionales que trabajan en autismo.
El montaje tiene programadas 13 actuaciones desde el 24 de junio al 4 de julio. Después viajará a Ohio, donde el innovador método se estudia y desarrolla en la universidad. «El texto es el original y la diferencia radica en el ritmo al recitar las palabras, la gesticulación y los juegos sensoriales que genera la propia obra», cuenta la directora.
Kelly Hunter forma parte de una familia de actores, con una compañía propia, Touchstone Shakespeare y durante los últimos 10 años se ha impuesto el loable objetivo de desbloquear los obstáculos comunicativos de los jóvenes autistas.
«En una de las partes, se les pide a los niños que cierren los ojos. Para los autistas es muy difícil hacer contacto visual. Cada juego busca un objetivo distinto. Mejorar la percepción espacial, desarrollar la expresividad facial además de tomar parte en la actividad. Los niños se divierten muchísimo y no son conscientes de que existe un objetivo detrás».
Hunter se inmiscuyó en este proyecto tras trabajar en una escuela deBromley donde existe una unidad especial para autistas. Comenzó a jugar con ellos e inmediatamente notó una respuesta muy satisfactoria.«Hemos visto un impresionante avance en términos de comunicación».
La universidad de Ohio lleva tres años investigando si el teatro particularmente, Shakespeare, puede romper las barreras que impiden una comunicación de las personas que padecen autismo.
El psicólogo clínico Marc Tassé encabeza el estudio que evalúa la eficacia de esta terapia basada en el dramaturgo inglés.
«Es bastante asombroso ver cómo una obra de Shakespeare puede transformarse en una intervención terapéutica que estimula a los estudiantes a comunicarse», señaló Tassé, también director del Nisonger Center.
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