Julio Rogero. Maestro de educación primaria y miembro del MRP
Tener un recuerdo feliz de la infancia es como poseer un tesoro. La suya transcurrió en las calles de su pueblo. Recuerda que en el taller de su padre hacían espadas y antifaces para jugar en las cuevas del castillo del pueblo al Guerrero del Antifaz. La sobremesa nocturna la amenizaban las historias que contaba su abuelo o la voz de la radio que sintonizaban sus padres. Una infancia sencilla y feliz, así la atesora.
¿Qué tres problemas destacaría del sistema educativo español actual?
Uno es que no pretende responder al derecho de todas las personas a la educación. Más bien, con la nueva ley de educación se afianza la concepción de que la educación es un bien que se compra y se vende en el mercado por quien lo puede pagar. En segundo lugar, el problema de la inequidad que homogeneiza a los que son diferentes y no respeta ni tiene en cuenta la realidad de cada uno, ni sus procesos de aprendizaje y de desarrollo. Un tercer problema es que es un sistema educativo del siglo XIX en el siglo XXI: es instruccionista, academicista, autoritario y cerrado en sí mismo.
En una sociedad cada vez más guiada por la política del beneficio, ¿qué papel está adquiriendo la institución educativa?
Un papel de consolidar las posiciones sociales de las que parte cada uno. Se asienta su función de reproducción social. Cumple así los designios de quien controla los diferentes subsistemas del sistema social. La Organización Mundial del Comercio hace periódicamente una valoración aproximada de negocio potencial del mercado de la educación en el mundo y lo valora en torno a ocho billones de euros. Los buitres del beneficio se han lanzado a conquistar ese espacio y España hoy es uno de esos espacio privilegiados para hacer negocio con la educación. La privatización de la educación crece cada día.
¿Sigue teniendo capacidad como motor de transformación, o esta nueva realidad disminuye este potencial?
Sin ninguna duda el sistema educativo y la institución escolar tienen un potencial enorme de transformación humana y social. Son muchos los años que todas las personas pasan en él. Sin embargo, no podemos olvidar que la escuela es un espacio cargado de contradicciones y en él existen, mezclados, diferentes modelos educativos. El orden social simbólico imperante, que domina y en el que nuestra alma es modelada, para hacerse carne de la carne de este sistema, es el que ha impuesto el sistema económico actual en las entrañas de la educación. Algunos lo han denominado como “la escuela del capitalismo total” y la “escuela de la ignorancia”.
Se trata de denominaciones muy contundentes, ¿no?
Nos llevaría largo analizar a fondo qué está pasando con todo esto, pero no puedo por menos que decir que la escuela aporta mucho a la servidumbre voluntaria, a la sumisión y a la docilidad de la población ante un sistema social radicalmente injusto e insensible al dolor humano y al riesgo de colapso de la humanidad y de la madre Tierra. Está planificado para ello.
¿Queda espacio para trabajar de forma diferente?
No podemos olvidar que en esa contradicción también está presente, y muchos lo están construyendo ya, un modelo educativo de desarrollo pleno de todas las potencialidades de cada uno de los seres humanos desde la convivencia positiva, la cooperación, el compartir, la compasión y la fraternidad. Es un modelo educativo que algunos denominan “holístico ético crítico”. Aquí nos situamos en la íntima relación entre utopía y educación.
Los cambios en las últimas décadas se han traducido en una desigualdad social cada vez más agudizada: ¿qué consecuencias está teniendo esto para las escuelas?
El imponente desarrollo tecnológico de la humanidad no se ha correspondido con el desarrollo en los procesos de humanización de la humanidad. Más bien al contrario. Los analistas sociales nos informan cada día de la creciente desigualdad económica, social, cultural… Las consecuencias para la escuela son demoledoras cuando se la utiliza para profundizar las desigualdades optando por dar recursos de todo tipo a los más fuertes y quitarlos a los que más lo necesitan.
Hoy en día hay niños y niñas que acuden a sus centros sin tener necesidades básicas cubiertas. ¿Cómo y en qué medida perjudica su situación social a su formación?
Les afecta muy directamente. Está más que analizado que las situaciones de fracaso y abandono escolar, además de ser causadas por un sistema educativo que no da respuestas a los que fracasan, están directamente relacionadas con los contextos sociales y la situación de marginación, exclusión, pobreza y precariedad de una parte importante (en torno a un tercio en España) de la infancia y adolescencia.
Son cifras muy duras.
El Informe FOESSA de este año nos informa detalladamente de los factores que influyen en la transmisión intergeneracional de la pobreza, y nos dice que ocho de cada diez personas, hijos de padres que no acabaron la Primaria, tampoco acaban la Secundaria. Lo peor es que el sistema educativo hace muy poco para paliar esta situación. Y no es que sea puro determinismo. Es que este sistema social provoca, desde múltiples dimensiones esta situación. Por eso la respuesta ha de tenerlos en cuenta y ha de ser integral.
¿Hay manera de compensar esta nueva realidad desde los centros educativos?
Sin ninguna duda. Es central la tarea compensadora de los sistemas educativos en las sociedades democráticas. Pero nuestro sistema hace lo contrario: reproducir las desigualdades sociales. En estos años de crisis sistémica, además de aumentar sustancialmente el gasto en infancia y familia y otras políticas sociales y laborales, habría que aumentar muy significativamente las inversiones en políticas educativas para que la prevención y la anticipación sean las mejores respuestas a la pobreza cronificada. Garantizar el derecho a la educación en todos los niveles educativos a lo largo de toda la vida. No es suficiente la escolarización universal. Es necesario garantizar el éxito escolar de toda la infancia en todos centros educativos poniendo las condiciones de calidad educativa que lo hagan posible.
¿Cuál es la apuesta de los Movimientos de Renovación Pedagógica en este sentido?
Se apuesta, desde sus inicios, por la creación y desarrollo de un paradigma educativo holístico, que da respuesta a la integralidad de las potencialidades del ser humano, desde una concepción ética, crítica y creativa de la vida. Defendemos que el espacio propicio para ello es el de una escuela pública democrática, inclusiva, científica, convivencial, respetuosa de la diversidad humana, laica, plural, ecológica, pacífica y pacificadora… que tenemos que ir haciendo realidad en la medida de nuestras posibilidades.
¿Y cómo lo conseguimos?
Para nosotros es central una formación inicial y permanente del profesorado que, desde la renovación pedagógica y el compromiso ético y político con la educación, haga posible este modelo y la creación de una comunidad educativa coherente con el mismo.
¿En qué medida el éxito escolar precede al éxito social?
El éxito escolar precede al éxito social de muchos, pero no de todos de la misma manera, y menos ahora. Es verdad que un buen expediente académico ayuda a una inserción laboral de mayor calidad. Pero hoy vemos que influyen muchos más factores: el estrato social del que se procede, las relaciones establecidas, la situación del propio mercado laboral… Son muchos los que tienen un estupendo currículo y tienen dificultades de todo tipo.
¿Se puede alcanzar el éxito social si los alumnos no parten de las mismas condiciones sociales?
No existe la igualdad de oportunidades porque todos parten de condiciones diferentes. Los que parten de condiciones económicas y sociales de graves carencias y de pobreza, difícilmente pueden considerarse en una situación de igualdad. Esa es la tarea de la escuela y ese será su éxito: hacer posible que, partiendo de situaciones diferentes, cada uno desarrolle al máximo todas sus potenciales teniendo en cuenta el contexto de cada persona y sabiendo que las respuestas de la escuela son muy limitadas si no van acompañadas de otras de tipo social, político y económico.
¿Cómo se puede evitar la exclusión social desde los centros escolares?
Con el modelo educativo que imponen las leyes y el desarrollo del mismo que hacemos en la escuela es imposible evitar la marginación social desde los centros educativos. Más bien favorecemos la exclusión segregando a tantos. Hace falta un cambio radical de modelo para que esto sea posible. Eso no quiere decir que no haya, en estos momentos, muchos centros donde no se esté trabajando a fondo en otra dirección y los niveles de segregación y fracaso sean mucho menores. Esa es la realidad esperanzadora de que es posible otra educación.
Tal y como concebimos la educación hoy en día, ¿piensa que hay una conciliación entre equidad y calidad educativa?
No la hay, pero es necesario crearla. Sólo hay calidad educativa si hay equidad. No es así ahora porque estamos promoviendo un sistema educativo de calidad sólo para unos pocos, que además coincide con los “excelentes”, los “talentosos”, los que lo pueden pagar… para una sociedad de éxito para los menos. La equidad en educación trata de forma compensadora a los que más lo necesitan. No puede tratar igual a los desiguales. Son necesarias políticas educativas compensadoras y medidas de discriminación positiva con el alumnado socialmente más empobrecido y vulnerable. Es cuestión de pura justicia escolar y social.
Habla de promover la educación para la vida frente a la educación para el mercado, ¿qué quiere decir exactamente?
La educación para el mercado es la que promueven ahora nuestros sistemas educativos. Lo importante son los resultados, competir, creer que el éxito o fracaso depende exclusivamente de tu esfuerzo. Sin embargo, educar para la vida va más allá de la pura formación para ser un buen profesional y responder a los intereses de la economía.
¿Y qué implicaciones tiene?
Significa aprender a vivir y convivir positivamente compartiendo y cooperando con los demás, apasionados por conocer y aprender, por comprometernos con los problemas de la humanidad hoy, respetando la identidad de cada persona, sabiéndose parte de un “nosotros” que hemos de ir construyendo en el espacio y el tiempo que nos ha tocado vivir. Tener claros los valores de la compasión (entendida como pasión con los otros por la vida digna), del cuidado mutuo y de la vida, de la ternura compartida, de la paz, del diálogo constante con nosotros mismo, con los demás y con la naturaleza de la que somos parte, de la construcción de la fraternidad humana…
¿Qué tres cosas cambiaría de la escuela?
Es tanto lo que hay que cambiar que no me parece fácil elegir tres cosas. En primer lugar, dejaría de hablar de enseñanza para hablar de aprendizaje. Los seres humanos somos siempre seres aprendientes. El ser humano conoce en relación con los demás.
¿Y en segundo y tercer lugar?
También cambiaría el modelo instruccionista, academicista, resultadista y clasista que tenemos por un modelo holístico ético-crítico centrado en la convivencia positiva y en el crecimiento de la humanización de la humanidad. Por último, centraría los esfuerzos en escuchar más a los niños y niñas y a los y las adolescentes para devolverles la infancia robada y hacer realidad sus derechos.
¿Qué características tiene la escuela que imagina?
La escuela que sueño e imagino es la escuela que promueve, en un proceso interminable, seres humanos sujetos de su vida y de su historia, conscientes de que forman parte de colectivos de sujetos que se cuidan, se respetan y se aman. Es una escuela atenta a los más débiles y a todas las personas desde la singularidad de cada una. Es la escuela que apasiona por conocer y aprender para compartir y cooperar con los demás, respetando los procesos de cada uno. Es la escuela que sirve a la sociedad viviendo en su seno los derechos humanos, la paz creadora, la justicia escolar y social… Es la escuela-educación conectada a la utopía. Hago mía una frase que alguien escribió en un muro: “Mientras destruyan nuestros sueños no les dejaremos dormir”, porque seguiremos trabajando en la construcción de esa educación y sociedad que queremos.
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