Ofrecemos este artículo reciente de Alejandro Tiana sobre el tema de las "evaluaciones externas" que plantea la LOMCE, con el ánimo de mantener vivo, tal y como prometimos, este debate de fondo sobre temas educativos en este blog. Este catedrático de historia de la Educación de la UNED es bien conocido en círculos de la educación y ha asesorado en numerosas ocasiones a los equipos de trabajo del Ministerio de Educación como secretario general. Tiene, por tanto, la autoridad suficiente como para tener sus palabras en cuenta de cara a este diálogo.
Disculpen los lectores que vuelva sobre un asunto que ha sido muy debatido en los últimos meses. Me siento obligado a hacerlo, pues la verdad es que considero que la introducción de una reválida al final de la enseñanza básica y obligatoria, que abre o cierra la puerta del título correspondiente, es uno de los problemas más serios que plantea el anteproyecto de la LOMCE, al menos de acuerdo con el borrador que hoy conocemos. Me parece un cambio de especial relevancia en el funcionamiento de nuestro sistema educativo y por eso lo abordo de nuevo.
Aunque los redactores del proyecto prefieran hablar de “evaluaciones externas de fin de etapa” en vez de “reválidas”, considero que este último término resulta más adecuado para lo que se propone. Entiendo perfectamente los motivos que les han llevado a evitar esa expresión con una indudable connotación de vuelta al pasado, pero lo cierto es que la propuesta se asemeja más a las reválidas que existían antes de la Ley General de Educación de 1970 que a las pruebas externas de carácter censal que se desarrollan en muchos países. Me permitirán de todos modos que deje ese interesante análisis comparativo para una próxima entrega en vez de tratarlo apresuradamente.
Así pues, me detendré hoy en otro aspecto, relativo a la contradicción e incoherencia que se aprecia entre los motivos aducidos para implantar la reválida al final de la ESO y sus previsibles efectos. La LOMCE incluye entre sus principales objetivos el aumento de la tasa de titulados en Educación Secundaria Obligatoria. Pues bien, me atrevo a aventurar que el resultado previsible de la introducción de las reválidas será exactamente el contrario.
El preámbulo del anteproyecto dice expresamente, al menos en dos ocasiones, que “la reforma de la LOMCE se apoya en evidencias”. Sería conveniente conocer cuáles son las evidencias de que disponen los autores del texto para esperar ese efecto porque, francamente, creo que las escasas que existen se orientan en dirección contraria. Y digo escasas porque no hay muchos estudios que permitan moverse con seguridad en este campo, aunque contemos con algunos análisis de interés para realizar esa estimación.
Una primera línea de análisis tiene que ver con el estudio de los efectos producidos por el endurecimiento de las condiciones para la obtención del título de finalización de la educación básica, que por cierto constituye una anomalía en el entorno europeo. Los estudios llevados a cabo por investigadores como Julio Carabaña, Enrique Roca o José Saturnino Martínez avalan que la prolongación de la educación obligatoria (como dispusieron la LGE y la LOGSE) provoca una disminución de las tasas de titulación, al menos si no se toman otras decisiones que compensen la caída. Y lo mismo podría aventurarse respecto del establecimiento de un filtro adicional en forma de reválida. Pero, dado que el cambio introducido por la LGE fue exactamente de signo contrario, no resulta fácil cuantificar por esta vía el posible impacto, por lo que debemos buscar otra aproximación diferente.
La segunda vía de análisis tiene que ver con el estudio de los efectos de las pruebas de acceso a la universidad (la denominada “selectividad”), que se asemeja, sin serlo realmente, a una reválida de educación secundaria superior. En una tesis doctoral realizada hace años por Fernando Muñoz Vitoria se ponía de relieve que aproximadamente un 50% de los estudiantes que comenzaban el BUP no llegaban a presentarse a las pruebas al final de COU y que alrededor de un 90% las aprobaba: en conclusión, tan solo un 45% llegaba al final del camino. Su investigación nos ilustra además acerca de un efecto que tiende a minusvalorarse y que consiste en que los centros docentes solo dejan presentarse a las pruebas a aquellos estudiantes que les ofrecen garantías sólidas de aprobar. Y si tenemos en cuenta que la LOMCE otorga una gran importancia a los indicadores de rendimiento de los centros, entre los que se incluirían las tasas de aprobados en las reválidas, es previsible que la reacción defensiva se acreciente.
No resulta descabellado pensar que este doble efecto (aumento de la dificultad para obtener el título, más reflejo defensivo de los centros) implique un descenso en las tasas de titulación. Me atrevería incluso a extrapolar, basándome en la escasa información disponible y aun a riesgo de equivocarme, que la magnitud de cada uno de ambos efectos podría situarse entre el 5% y el 10%, con lo que previsiblemente la tasa de titulación caería no menos de diez puntos porcentuales.
En consecuencia, la probable caída de la tasa de titulación planteará de rechazo nuevas dificultades para la continuación de estudios postobligatorios y la disminución de la tasa de abandono escolar temprano. Desde mi punto de vista, hay una clara incoherencia entre los objetivos proclamados y las medidas propuestas. Aunque quizás haya que pensar que una cosa sean los objetivos declarados y otra los reales.
( Alejandro Tiana. Publicado en la revista Escuela, 24 enero 2013)
Soy de los que hicieron las dos reválidas, las de cuarto y sexto de Bachillerato así como el pre-universitario. La plasmación del debate me resulta interesante. Personalmente creo que si que habría que hacer algún tipo de control, ¿como?, ya se sale de mis conocimientos, pero está claro que, si no ha habido consenso en la ley de educación , es esto no tiene sentido.
ResponderEliminarUn saludo