La crisis ha contribuido a empeorar una situación ya muy deteriorada para los jóvenes en España. Esta mala situación se ha agudizado desde el año 2008, pero es anterior a esta fecha. Se hace difícilmente sostenible el contrato social entre generaciones que se ha venido firmando desde hace varias décadas. Pero no solamente esto, sino que la distribución de la renta disponible personal se ha desequilibrado, las diferencias entre los distintos territorios se acrecientan, la falta de cohesión social crece al incrementarse el número de familias pobres, las clases medias reducen sus ratios y la falta de empleo estable pone en riesgo la sostenibilidad del estado del bienestar.
Por último, una gran proporción de jóvenes en la actual sociedad se encuentran sobrecualificados, esto es, poseen una formación no acorde ni necesaria para el puesto del trabajo que desempeñan.
Para el desarrollo del presente artículo, vamos a utilizar datos del INE referidos al ejercicio 2014, así como del estudio realizado por el profesor de la Universidad Pablo de Olavide, D. Antonio Villar Notario (Panorama Social nº 20. Segundo semestre 2014)
El artículo tiene tres partes. La primera se detiene en la recopilación de varias evidencias empíricas del panorama actual en relación a la formación y al empleo. La segunda parte del artículo muestra el impacto que el sistema educativo ha tenido en la citada relación jóvenes-formación-empleo. Por último, la tercera parte establece unas conclusiones sobre los jóvenes, el sistema educativo y el mundo laboral.

Comencemos pues.
1. EVIDENCAS SÓLIDAS
  • La evolución de la tasa de paro en España ha pasado de un 8,5 % en el año 2006 a un 26,1% en el año 2013. Andalucía se sitúa a la cabeza del desempleo con un 36,2% en el año 2013. País Vasco (16,6% de parados), Navarra (17,9%) y Madrid (19,8%) ponen de manifiesto la falta de equidad social en el Estado Autonómico.
  • Las diferencias en las tasas de paro según los distintos niveles formativos demuestran que el desempleo se reduce progresivamente conforme aumenta el nivel formativo ya que la participación en el mercado laboral crece conforme aumenta el nivel de estudios. (Otra cosa, como veremos después será que tipo de empleo se desarrolla). Si la tasa media de paro es del 24,6% entre los activos de 16 a 24 años, la de la población con menor nivel formativo ronda el 50%, mientras que la de los universitarios es del 14,5%.
  • Por grupos de edad, mientras que para los españoles con edades comprendidas entre los 16 y 29 años el paro es del 41,9% (lo era del 14,5% en el añ0 2006) para los comprendidos entre los 30 y 49 años es del 23,5% y del 20,7% para los de edades a partir del décimo lustro.
  • Andalucía sigue siendo la comunidad en la que los jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y 24 años tienen un mayor desempleo. La cifra es de un 66%. (Baleares 45,1%; País Vasco 46,5%; La Rioja 47,8%) Mientras que la media nacional es del 55,5%, el promedio de la Unión Europea es del 23,2%.
  • El desempleo no es el único problema de corte laboral entre los jóvenes. El mercado laboral se segmenta a partir de los 30 años con contrato indefinidos por una lado y por otro, jóvenes con unas tasas de empleo temporal elevadísimas. Así, el 92,3% de las nuevas contrataciones de jóvenes entre los 16 y 29 años en el primer trimestre de 2014 tuvieron un carácter de temporalidad.
    En el siguiente gráfico  relativo a la proporción de asalariados temporales por grupos de edad, se concreta lo anteriormente expuesto.
TESORO-SOBRECUALIFICADO-Magazine-INED21
  • La sobrecualificación de nuestros jóvenes, entendida como el desarrollo de un trabajo para el que se requiere una cualificación inferior a la que se posee, es algo que nos debería hacer reflexionar profundamente. En un primer término, la sobrecualificación es un desaprovechamiento del talento adquirido por los ciudadanos que refleja la falta de retorno social de la inversión educativa realizada: depreciación del gasto educativo de un país. Una segunda derivada es la frustración social de jóvenes y familias que se traduce en una menor satisfacción laboral y vital y que traerá como consecuencia baja productividad. La tercera y última consecuencia es la depreciación del valor y utilidad social de la educación. La percepción de la esterilidad para el desarrollo personal de una adecuada, rica y potente formación, que aportará consecuencias inocuas para el individuo.
  • Si comparamos el porcentaje de trabajadores con estudios superiores que ejercen un trabajo no mínimamente cualificado, observamos que el dato para Europa Occidental se sitúa sobre el 20%, mientras que en España lo hace sobre el 35%. (Eurostat) Pero la ratio de trabajadores jóvenes sobrecualificados en España es mucho mayor. Así el 55% de los asalariados menores de 30 años y que no cursan estudios tiene un trabajo que requiere una cualificación inferior a la que posee el trabajador (Consejo de la Juventud de España, 2014)
2. INCIDENCIAS DEL SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL
  • Se ha producido en España un proceso acumulativo y cuantitativo en los años de estudios o vida educativa de la población (tanto en los obligatorios como en los no obligatorios- infantil y postobligatorios medios y superiores)
  • Si se considera la relación existente entre niveles educativos adquiridos, salarios, ocupación y calidad del empleo, el futuro para nuestros jóvenes no es alentador.
  • Buena parte de los puestos de trabajo que requieren estudios superiores ya están ocupados por personas con experiencia laboral y contratación estable, por lo que las oportunidades para la inserción laboral adecuada al perfil formativo de los jóvenes se retrasará considerablemente. Es decir, ser universitario con 27 años tiene menos valor a efectos laborales, que serlo con 45 años. Esto se puede contradecir con la empleabilidad potencial de los jóvenes con estudios superiores.
  • La polarización entre trabajos altamente cualificados y trabajos sin cualificar es evidente.
  • La calidad de la formación recibida por nuestros jóvenes está por debajo de los estándares de calidad de la media de los países de la OCDE, como manifiestan todas las pruebas internacionales. (PISA 2012, nos sitúa al final de la clasificación y a más de 15 puntos de la media) Es decir, el aumento de los años de estudio (proceso acumulativo) no se ha traducido en la misma proporción por un aumento en la calidad de los niveles de logro, rendimiento y  de desempeño. Baste recordar que el nivel más alto de competencia tanto en PISA  como en PIAAC, es aproximadamente de la mitad de la media de la OCDE. Tenemos un sistema educativo mediocre y falto de equidad.
  • Junto a esto, el porcentaje de alumnos que no promocionan de nivel (repiten) a la edad de 15 años duplica a la media de la OCDE, algo que impacta directamente en el abandono escolar temprano o prematuro que está cercano al doble de la UE 27.
  • Los datos del estudio PIAAC evidencian que el valor de los estudios recibidos se deprecian rápidamente cuando no se ponen en práctica en el desarrollo de un trabajo. Algo que ocurre con nuestros jóvenes menores de 30 años.
  • Es palmario que las universidades españolas han sufrido igualmente el mismo proceso acumulativo de ofrecer planes de estudios similares en todo el territorial nacional, en vez de especializarse en distintos sectores productivos y científicos. Es decir no ha habido un análisis del mercado laboral, de sus necesidades y fortalezas. No se ha producido un adecuado ajuste entre formación y empleo. Tampoco esto se ha hecho con la rigurosidad deseable en la FP tanto de grado medio como superior.
  • Si no tenemos claro que la estrecha relación entre formación y mercado laboral es la clave para evitar una sangría social entre nuestros jóvenes, entonces seguiremos siendo una sociedad en la que la estabilidad laboral esté más vinculada a la edad que al mérito. Como vengo defendiendo continuamente, necesitamos una sociedad que busque la Aristocracia del Mérito.
3. RELACIÓN DE LOS JÓVENES CON LA FORMACIÓN Y EL EMPLEO
Aquí, haremos nuestras las conclusiones del estudio referido al principio del profesor Antonio Villar Notario. Éste establece 4 grupos a la hora de describir la situación de los jóvenes españoles en relación a la educación y el empleo:
  • Un grupo de cierto tamaño de jóvenes con baja cualificación (recordemos que el porcentaje de abandono temprano de los estudios duplica la media europea) y escasa capacidad de reacción frente a un mercado laboral cambiante, muchos de los cuales están abocados a la inactividad y al desempleo.
  • Un grupo poco numeroso de jóvenes con bachillerato o formación profesional (en torno al 23 por ciento, frente al 47 por ciento de media en el conjunto de la Unión Europea) y con oportunidades laborales razonables y adecuadas a su cualificación.
  • Un grupo de jóvenes con estudios universitarios generalistas, que en una proporción importante solo alcanzarán empleos de baja calidad, alta rotación y para los que están sobrecualificados.
  • Un grupo, presumiblemente más reducido que el anterior, de jóvenes universitarios bien formados, que hablan varios idiomas y para los que la movilidad no es un problema, que irán ocupando los empleos altamente cualificados, ya sea remplazando a los que se jubilan u ocupando puestos de nueva creación.
Por lo tanto, y en mi opinión, la actual inversión educativa no tiene los efectos deseados ni pretendidos y además, en los niveles superiores, está sobredimensionada para el impacto y  las consecuencias reales que produce en el tejido productivo y en la cohesión social.