martes, 12 de mayo de 2015

Érase una vez… la escritura creativa.


“Lo más importante para cualquier artista es aprender a mirar. La poesía nace de una mirada porque los versos, las metáforas,  los adjetivos precisos, las palabras mágicas, los juegos y los cambios de sentido son una forma especial de ver el mundo”
Luís García Montero. Lecciones de poesía para niños inquietos (1999)
ESCRITURA-CREATIVA-01-Magazine-INED21
Mirar el mundo desde otra perspectiva.
Cada vez más, los docentes tomamos mayor consciencia de la necesidad de trabajar el reconocimiento de las emociones como mecanismo fundamental para enseñar a nuestro alumnado a crecer psicológicamente sanos y adaptados a su entorno social.
Aprender a mirar el mundo desde diferentes perspectivas, significa reconocer también nuestra propia subjetividad, enfrentándola e invitando a contrastarla con las perspectivas de los demás.

Este  poder de la mirada, que alimenta la reflexión y autoanálisis interior,  puede llegar a ser infinito, ya que el límite lo pone sólo nuestra imaginación. Y como enseñantes conocemos que a los más pequeños y pequeñas de eso les sobra. Entonces, ¿por qué no acompañarles en esta aventura? Inventar mundos, viajar sin movernos de nuestro asiento, sentir las emociones de fantásticos personajes, vivir sensaciones desconocidas… ¡la escritura creativa nos permite todo eso y mucho más!
Escritura creativa: un canal para el desarrollo emocional.
Desde nuestro complejo prisma avistamos que entregarse a las emociones que suscita la escritura conlleva adquirir educación en la sensibilidad, superar los bloqueos a la creatividad y fomentar la aplicación de ese potencial creativo en la vida diaria. Por eso, tener la capacidad y darles la oportunidad de escribir puede resultar un eficiente programa desde donde trabajar la educación emocional.
Podríamos considerar, por tanto, que la creatividad es el punto de encuentro entre imaginación y realidad, la puerta que gira hacia nuestras emociones y hacia nuestro conocimiento;   es un derecho fundamental de nuestros estudiantes (independientemente de la edad que tengan, o etapa educativa en la que estén) y una responsabilidad humana.
Recordemos que con algunas de las técnicas que ya presenta Rodari, en su Gramática de la Fantasía, podemos experimentar cómo las palabras provocan una reacción en cadena conectando en la mente sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, afectando tanto a la experiencia y a la memoria, como a la fantasía y al inconsciente.
A partir del lenguaje,  nuestras neuronas trabajan relacionando y enlazando sensaciones e imágenes, pero no desde la lógica lineal del lenguaje consciente, sino con una estrategia propia, que nace de la memoria autobiográfica más profunda del inconsciente, siendo esta dinámica la que abre el camino a lo creativo y al desarrollo emocional
Lo explica muy bien Silvia Kohan: “La escritura es un lugar en el que puedes aposentarte, explayarte y confesarte, un mapa de emociones, de caminos a desandar y a descubrir. Es también un barco que te lleva: tú decides el rumbo. Escoge tu lugar, aclara un dilema, encuentra respuestas, transforma el miedo, diseña tus metas.”
¿Para qué escribimos?
Escribir es un acto que construye al individuo, el cual no permanece impasible frente a su propia obra. Es, por tanto, un instrumento que permite reflexionar sobre el propio pensamiento, organizar y reorganizar el conocimiento.
Escribimos para no olvidar información
Escribimos cuando queremos dejar constancia de algo.
Escribimos cuando queremos enviar un mensaje a alguien.
Escribimos cuando queremos que nuestro mensaje llegue a un destinatario múltiple o masivo.
Escribimos cuando queremos identificar un objeto o una producción.
Escribir nos permite leernos a nosotros mismos, y revisar lo escrito y nuestro pensamiento.
La escritura creativa, planificada y orientada dentro del aula, por tanto,  se puede convertir en un elemento de relajación y entretenimiento: Las mentes creativas encuentran su espacio de expresión, un momento íntimo en el que están únicamente consigo mismas, siendo una oportunidad inestimable de tranquilidad y equilibrio.
Trabajamos, además, el desarrollo de la empatía, al obligar al “pequeño escritor” a ponerse en la piel de los diferentes personajes a los que ha dado vida. Y si además se realizan las técnicas en grupo, podremos practicar con éxito la habilidad de escuchar y comunicarse.
Pero… ¿por dónde empezar?
Puede parecernos complicado incluir la escritura creativa en nuestras clases, si nunca lo hemos hecho. No, si no vamos abasteciendo nuestro particular cofre de unos recursos mágicos, de  un  surtido de pociones seductoras, estrategias sólidas y herramientas que la hagan amena y consecuente, y que inviten a nuestro alumnado a trabajar a través de ella el complejo mundo de las emociones.
Actualmente, podemos encontrar en las redes numerosos proyectos colaborativos, o experiencias independientes, en los que los docentes exponen sus técnicas, o juegos con palabras, como es el caso del Proyecto de Escritura Creativa Palabras Azules, contrastando y retroalimentándose de las experiencias de los demás.
Estamos siendo testigos directos, desde Palabras Azules, que la escritura, como un proceso social y cultural, se puede llevar a la práctica en la comunidad escolar mediante la realización de proyectos que resulten significativos y motiven al profesorado, y por ende al alumnado. Además, a través de ellos, se enfatiza la utilidad de la escritura colaborativa como estrategia de aprendizaje, con la finalidad de aprovechar el potencial que tienen los alumnos de aprender entre ellos. Para facilitar la comprensión de este proceso, en dicho proyecto se hace referencia a un modelo de aplicación que pone énfasis en el ciclo acción-reflexión, donde el profesorado y los propios alumnos escritores se involucran activamente para integrar sus ideas en diferentes tipos de textos y contextos, utilizando todos los recursos que se ofrecen  y realizando actividades de evaluación sobre lo que han escrito.
Entre el amplio repertorio de recursos que van creando ese mágico arcón de los juegos de palabras encontramos estrategias como el registro de pensamientos automáticos, el diario de autoexploración, la escritura sistemática en torno a un problema, la escritura libre, la elaboración de cartas, tarjetas para regalar sonrisas, el desarrollo de cuentos sobre una situación de conflicto reescrita con diferentes desenlaces -tristes o felices-, la escritura automática, los versos metafóricos, etc., pudiendo trabajarse, muchos de ellos,  tanto de forma individual como grupal.
Por otro lado, cuando lo que se escribe, además se comparte en las redes  y lo hacemos a través de presentaciones hechas con herramientas TIC (video montajes, audios, presentaciones digitales,…) comprobamos que la combinación del movimiento y el texto, con la aplicación de algunos recursos multimedia, crea significados sutiles que captamos con cierto estupor, viéndose reafirmadas y estimuladas algunas emociones, de las que, como describe Goleman, podemos destacar:
Autoconciencia: valorando de forma precisa los propios sentimientos, intereses, valores y fuerzas, cuando los ordenamos en forma de texto escrito.
Autogestión: La escritura es un acto; es ponerse en escena. Cuando exponemos, o hacemos públicos nuestros escritos, regulamos las emociones propias para lidiar con el impulso de control, perseverar ante los obstáculos y monitorizar su progresión.
Conciencia social: ser capaz de ponerse en el lugar de otros personajes, y también en el de nuestros lectores, aprendiendo a encajar las críticas; reconocer y apreciar las semejanzas y diferencias que nos acercan o alejan a los demás,  o de nuestro grupo.
Habilidades de relación: Establecer y mantener relaciones saludables y gratificantes con nosotros mismos, resistiendo a la nociva presión social.
infografía-emociones--Magazine-INED21


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