viernes, 27 de noviembre de 2015

Dónde duermen los niños sirios refugiados

Conmovedor el trabajo fotográfico de Magnus Wennman. No solo llega al alma de cada niño refugiado sino que termina transmitiendo un estado de la humanidad hoy. Cuéntanos tu impresión tras ver cada una de estas historias.

Magnus Wennman es un reportero gráfico de Estocolmo acaba de publicar una sobrecogedora serie de fotos que muestra lo que les pasa a los niños en Medio Oriente y Europa mientras huyen del conflicto en Siria.

Para crear este "Dónde los niños duermen", el fotógrafo viajó a todos esos lugares a los que están huyendo estos niños y sus familias para contar sus historias.

Wennman hizo las fotos para el periódico sueco Aftonbladet, y en una entrevista con la CNN dijo que el conflicto y la crisis pueden ser difíciles de entender para la gente "pero no cuesta nada entender que los niños necesitan un lugar seguro para dormir. Eso es fácil comprenderlo," dijo.

"Han perdido algo de esperanza," añadió Wennman. "Cuesta mucho que un niño deje de ser un niño y deje de divertirse, incluso en sitios realmente duros", sostiene.


Lamar, 5 años, Horgos, Serbia


Abandonó en su hogar en Bagdad sus muñecas, su pelota y su tren de juguete y a menudo habla de ellos cuando le mencionan su casa. La bomba lo cambió todo; por suerte cayó cuando la familia iba a comprar comida. Pero ya no podían vivir ahí. Tras dos intentos de cruzar el mar desde Turquía en un bote de goma, consiguieron llegar a la frontera cerrada de Hungría. Ahora Lamar duerme en una manta en el bosque, asustada, congelada y triste.


Abdullah, 5 años, Belgrado, Serbia

Abdullah tiene una enfermedad sanguínea. Los dos últimos días ha dormido afuera de la estación central en Belgrado. Vio como mataban a su hermana en su hogar en Daraa. "Aún está en shock y tiene pesadillas todas las noches," dice su madre. Está cansado y enfermo, pero su madre no tiene dinero para comprarle remedios.


Ahmed, 6 años, Horgos, Serbia

Ahmed duerme en el césped pasada la medianoche. Los adultos aún están en pie, planeando como salir de Hungría sin que les registren las autoridades. Ahmed lleva su propia mochila mientras hacen el camino a pie. "Es valiente y solo llora a veces por las tardes," dice su tío, quien cuida de él desde que asesinaran a su padre en Deir ez-Zor, al norte de Siria.


Maram, 8 años, Amman

Maram acababa de llegar del colegio cuando cuando un misil cayó en su casa y un trozo de tejado le golpeó la cabeza. La llevaron al hospital y de ahí a la frontera con Jordania. El golpe le causó una hemorragia cerebral y los primeros 11 días los pasó en coma. Ahora está consciente, pero tiene la mandíbula rota y no puede hablar.


Ralia y Rahaf, de 7 y 13 años, Beirut

Ambos viven en las calles de Beirut. Proceden de Damasco, donde una granada mató a su madre y a su hermano. Junto con su padre, llevan un año durmiendo en las calles. Se acurrucan en sus cajas de cartón, y Rahaf dice que tiene miedo de los "chicos malos". Ralia llora.


Moyad, 5 años, Amman

Moyad y su madre iban camino al mercado en Dar'a y pasaron junto a un taxi en el que habían puesto una bomba. Su madre murió al instante, pero él fue trasladado a Jordania, y tiene metralla albergada en su cabeza, espalda y pelvis.


Walaa, 5 años, Dar-El-Ias

Quiere irse a casa, en Alepo, donde tenía su propia habitación. Allí nunca lloraba, pero en el campo de refugiados llora todas las noches porque por la noche fue cuando ocurrieron los ataques. De día, su madre le construye una casa de almohadones para que se le pase el miedo.


Ahmar, 7 años, Horgos / Roszke

Ahmar estaba en casa cuando la bomba explotó en su casa en Idlib. Recibió metralla en la cabeza, pero sobrevivió. Su hermano pequeño no. La familia había vivido con la guerra como vecino desde hace tiempo, pero sin hogar no tuvieron elección y se vieron forzados a huir. Ahora Ahmar duerme el asfalto como otros miles refugiados en la carretera que lleva a la frontera cerrada de Hungría. Llevan así 16 días y han dormido en paradas de micros, en la ruta y en el bosque.


Shiraz, 9 años, Suruc

Shiraz fue diagnosticada con poliomielitis a los tres meses y el médico les dijo a sus padres que "no tenía muchas oportunidades". Cuando llegó la guerra, su madre la envolvió en una manta y la llevó en brazos desde Kobane a Turquía. Shiraz no puede hablar, recibió una cuna de madera en el campo de refugiados y allí yace día y noche.


Amir, 20 meses, Zahle Fayda

Nació como refugiado, y su madre cree que quedó traumatizado ya en el útero. "Nunca ha dicho una sola palabra," dice su madre en la tienda de campaña de plástico en la que vive ahora la familia. No tiene juguetes, pero juega con todo lo que encuentra en el suelo, y se ríe, aunque no hable.


Fara, 2 años, Azraq

A Fara le encanta el fútbol, y su padre intenta hacerle balones con todo lo que se encuentra, pero no duran mucho. Cada día intenta hacerles uno a ella y a su hermana Tisam de 9 años. No les quedan ya más sueños, pero aún no se han rendido para conseguir una pelota de fútbol para jugar.


Shehd, 7 años

Le encanta dibujar pero últimamente siempre dibuja lo mismo: armas, porque las ve todo el rato, en todos lados. Ahora duerme en el suelo junto a la frontera con Hungría y ya no dibuja porque al huir su familia no trajo papel ni lápices. Shehd tampoco juega, su familia tiene dificultades para encontrar comida. A veces toman manzanas de árboles que crecen junto a la ruta. Su familia dice que si hubieran sabido lo duro que era el viaje, habrían arriesgado sus vidas quedándose en Siria.

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