Los niños se van desarrollando influenciados por todo lo que les rodea. Uno de los pilares de la sociedad actual es tener muchas cosas, en la infancia se ve con la cantidad de juguetes que tienen los niños a su alcance.
Los juguetes no son mas que juguetes. Los juguetes forman los ladrillos en los que se asentará el futuro de los niños. Les relacionan con el mundo y con ellos mismos, y aprenden de esas relaciones. Envían mensajes y comunican valores.
Quizá en “el juego” es en uno de esos aspectos en los que más que avanzar, hayamos retrocedido, fundamentándolo en los objetos con los que interactúa el niño en vez de tratar de desarrollar el juego por sí mismo. Si echamos la vista hacia atrás y preguntamos a los abuelos a qué o con qué jugaban, nos llevaremos sorpresas agradables. Hoy en día, rara es la habitación que no está llena de juguetes casi hasta el techo, ¿por qué? o ¿para qué? ¿Acaso tener menos juguetes significa que el niño se vaya a aburrir? ¿Es malo aburrirse?
A mi me gusta observar el juego de los niños, analizar las variables que lo condicionan. Cada vez les cuesta más jugar con poco. Y casi siempre preguntan cómo se juega con un material nuevo, en vez de investigarlo por sí mismos. Se están acostumbrando a tener juguetes “cerrados” donde se juega como dice “la caja”, donde un uso distinto es incluso prohibido por los padres porque “así no se juega”.
“Jugar con menos cosas,
es beneficioso para los niños”
Aprenden a ser mas creativos.
Demasiados juguetes evitan que los niños desarrollen plenamente su don de la imaginación. Dos trabajadores de la salud pública alemana (Strick y Schubert) llevaron a cabo un experimento en el que convencieron a un aula de una escuela infantil a eliminar todos sus juguetes durante tres meses. Aunque el aburrimiento ocupó las etapas iniciales del experimento, los niños pronto comenzaron a utilizar los recursos de su entorno y la imaginación para inventar juegos. Dicen que la escasez agudiza el ingenio.
Desarrollan más su capacidad de atención.
Cuando se introducen demasiados juguetes en la vida de un niño, su capacidad de atención comienza a sufrir. Un niño rara vez aprende a apreciar plenamente el juguete que tiene delante de él cuando quedan un sinfín de opciones en la estantería. Además, una característica de los niños pequeños de las nuevas generaciones es que pasan tiempos muy cortos experimentando con un material. Todo su mundo es rápido, las animaciones que ven en la televisión suceden hechos uno tras otro, a una velocidad muy rápida.
Niños con menos juguetes aprenden antes a desarrollar las relaciones interpersonales con otros niños y adultos.Aprenden el toma y daca de una buena conversación. Y los estudios han atribuido a amistades generadas en la infancia mayores posibilidades de éxito tanto académico como en situaciones sociales en la edad adulta.
Aprenden a cuidar y valorar las cosas.
Cuando tienen demasiados juguetes, es normal que los cuiden poco. No van a aprender a valorarlos si siempre hay un reemplazo a la mano. Si un niño está dañando siempre su juguete, aléjelo de él; lo aprenderá rápidamente.
Desarrollan más amor por la lectura, la escritura y el arte.
Menos juguetes permiten a los niños amar los libros, la música, colorear y pintar. Y un amor por el arte le ayudará a apreciar mejor la belleza, la emoción y la comunicación en su mundo.
Se vuelven más hábiles.
En el colegio, a los alumnos no sólo se les da la respuesta a un problema, sino que se les dan las herramientas para encontrar la respuesta. En el juego se puede aplicar el mismo principio. Menos juguetes generan niños más resolutivos, que resuelven los problemas utilizando los materiales que tienen más a mano. Y el ingenio es un regalo con un potencial ilimitado.
Discuten menos entre ellos.
Esto puede parecer raro. Los padres creen que al tener muchos juguetes, se darán menos conflictos entre los niños porque hay más opciones disponibles. Sin embargo, suele ocurrir todo lo contrario. Los hermanos se pelean por los juguetes. Y cada vez que aparece un nuevo juguete en la relación, tienen una razón más para establecer su territorio frente a los demás. Por otro lado, los hermanos con menos juguetes se ven obligados a compartir, colaborar y trabajar juntos.
Aprenden a ser perseverantes.
Los niños que tienen muchos juguetes, se rinden muy rápido. Si están jugando con algo que no pueden entender, lo dejan y cogen otro. Tener menos juguetes a su alcance les hacen más perseverantes, pacientes y determinantes.
Se vuelven menos egoístas.
Los niños que consiguen todo lo que quieren creen que pueden tener todo lo que pidan. Esta actitud les conduce a un estilo de vida poco saludable (e inapropiado). Hemos pasado del “se lo voy a pedir a mis padres” al “mis padres me lo van a comprar“.
Se relacionan más con la naturaleza.
Los niños que no tienen una habitación llena de juguetes, son más aptos para jugar al aire libre y desarrollar un profundo aprecio por la naturaleza. Richard Louv ya nos advirtió en su reflexión sobre Trastorno por déficit de naturaleza “los niños de hoy ya no pueden tener los pies llenos de barro, correr hasta horizontes lejanos, colgarse de un árbol o recrear mundos con lo que hay disponible en la naturaleza”
Aprenden a estar satisfechos fuera de la juguetería.
La verdadera alegría y la ilusión nunca se encuentran en los pasillos de las tiendas de juguetes. Los niños que han sido criados pensando que se puede comprar con dinero la respuesta a sus deseos, se han creído la misma mentira que sus padres.
Menos juguetes, mayores beneficios
Por Pablo Ruiz Boj. De la página ALAYA
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