martes, 22 de marzo de 2016

Educar para las incertidumbres


Educar el talento, buscar un equilibrio entre competencias y conocimientos, apostar por las TIC... La comunidad educativa y la sociedad debaten la necesidad de cambios profundos en la formación del futuro. 

En este artículo se apuntan líneas que pueden condicionar los futuros escenarios educativos y por eso nos ha parecido muy interesante disponer de él en este blog


La educación ya no se circunscribe al periodo tradicional sino que empieza casi en la cuna y se prolonga a lo largo de la vida; todo se tendrá en cuenta en los currículums del futuro 


La segunda mitad del siglo XX propulsó un desarrollo tecnológico que ha acelerado el ritmo de la historia. Todas las previsiones relativas al conocimiento, material e intelectual, han quedado desbordadas; las predicciones sobre el futuro se han visto superadas, y los grandes accidentes como el cambio climático, el problema de los refugiados, el terrorismo global o la acentuación de las desigualdades sociales como consecuencia de la crisis obligan a cambiar la perspectiva. El sociólogo Edgar Morin formuló hace ya unos años que el gran reto de la educación del futuro sería enseñar a afrontar la incertidumbre.

Generalmente nos dejamos llevar por el cómo se educa, cuando lo relevante es el qué. Es muy fácil decir que las pizarras y la tiza dejarán paso a las pantallas digitales, que las clases magistrales y los libros de texto desaparecerán, que todos los alumnos irán con su portátil y que el espacio educativo no se reducirá al aula. Puede incluso que sea cierto, como auguran en Estados Unidos, que las escuelas públicas se conviertan en lascharter schools, una suerte de centros concertados, más flexibles, abiertos las 24 horas del día, con profesores que son profesionales de distintas áreas, educativas personalizadas. Pero los expertos sitúan la gran revolución de futuro en los nuevos contenidos de esta educación, que se verán reforzados por los cambios drásticos y acelerados de las formas de transmisión.

“En una sociedad del conocimiento, con una economía que estará basada cada vez más en la ciencia y en la tecnología, la principal riqueza de las naciones ya no es el territorio, la población ni las materias primas, ni el capital: es el talento”, dice el profesor José Antonio Marina, una de las cabezas más preclaras del ámbito educativo en España. Y por esa razón explica que el principal objetivo de las políticas educativas del Estado y de la sociedad civil debe ser la generación de talento, en primer lugar, y la gestión correcta de ese talento, en segundo lugar.

La última crisis económica ha dejado claro que el paro afecta especialmente a las personas con un nivel de estudios bajo (en España, el 80% de los parados son personas con sólo los estudios obligatorios). Pero no sólo eso: se sabe que una mejora en los resultados del informe PISA va asociada a un incremento del producto interior bruto (PIB), y que la inversión en educación infantil es la que más retornos produce a la sociedad. Porque paralelamente hemos descubierto que el determinismo de los genes es corregible y que el entorno educativo puede estimular las actitudes y los conocimientos. Es lo que se ha llamado “la construcción epigenética”.

¿Competencias o conocimientos?

Ahora bien, esa priorización tiene también sus peligros. Lo que Marina centra en el talento, otros autores lo sitúan simplemente en el aprendizaje de competencias, una de esas palabras fetiche de buena parte de los pedagogos y políticos actuales. El sociólogo Christian Laval ha advertido del peligro que supone centrarse en las competencias más que en los conocimientos, ya que pueden acabar siendo hegemónicas las pedagogías que priman la inserción profesional y que en consecuencia sean las empresas las que dicten de manera indirecta los programas educativos.

Por lo tanto, habrá que buscar un equilibrio entre competencias y conocimientos y situar las competencias más vinculadas a la formación personal (iniciativa personal, innovación, trabajo en equipo, comunicación, tolerancia, valores…) que a la profesional.

Tres de cada cuatro de estos expertos no están satisfechos con el sistema educativo en sus países, y la mayoría cree que no ha habido mejoras en los últimos años. 

El otro gran principio que marca la etapa educativa es que ya no se circunscribe al periodo obligatorio 6-16 años ni al cada vez más generalizado 3-24 años (que incluye la FP, los cursos de idiomas y la universidad), sino que empieza prácticamente en la cuna y se prolonga a lo largo de toda la vida. Estamos ante el life long learning, y quienes así lo entiendan estarán mejor preparados para afrontar lo que venga, independientemente de las metodologías de aprendizaje.

Por un lado está la formación preescolar, que cada vez se considera más relevante. Y por otro se sitúa la formación para adultos, en la que tanto los MOOC (massive online open courses, cursos abiertos online para masas) como la formación en prácticas en las empresas tienen un papel relevante. Son dos vías que en el futuro formarán parte de los currículums de todos los profesionales, en detrimento de determinados estudios (másters y posgrados) que ahora se valoran más por el título que por su eficacia.

Y este aprendizaje continuo estará caracterizado por una gran flexibilidad. No habrá casi diferencias entre la formación reglada y no reglada, entre la académica y la no académica. Se mezclarán los docentes con los profesionales, habrá horarios menos rígidos, se complementarán la escuela y las empresas, se valorará tanto el trabajo individual como el de equipo y no habrá un espacio único de formación. La enseñanza se hará en más de una escuela, empezará en el propio hogar, las prácticas serán algo habitual y a escala universitaria los erasmus (es decir, los alumnos que harán parte del curso o todo en facultades distintas a la suya) serán cada vez más generalizados.

Ahora bien, dicho esto, es verdad que el niño al que con dos años sus padres le han regalado un iPad y ha aprendido con él a jugar, a aprender, a buscar lo que no conoce debe hallar una escuela capaz de interactuar con él o se sentirá completamente desmotivado. De lo contrario, las tasas de abandono, como ya sucede también con los cursos online, serán muy elevadas. Y este es un reto que obligará a reinventar el modelo de formación del profesorado, que se ha quedado desfasado.

La sociedad “infoxicada”

El profesor del futuro ha de ser más un guía que un maestro, especialmente a partir de secundaria. “La especialización y la fragmentación del conocimiento han producido un incremento de la información que va acompañado de un avance muy modesto por lo que respecta a nuestra comprensión del mundo”, señala el filósofo y ensayista Daniel Innerarity. Es el problema de la sociedad infoxicada , en la que los ciudadanos son incapaces de asimilar el exceso de información que les llega.


La llegada a las aulas de profesores de las generaciones digitales seguramente acelerará los cambios en la manera de interactuar educación y tecnología

Es aquí donde el profesor tiene una tarea ingente para ayudar al alumno a gestionar la información que le llega por internet y la que le facilitan las redes sociales. Yal mismo tiempo deberá luchar contra el peligro de la falta de concentración o la distracción. Los videojuegos son un ejemplo claro de dispositivo que puede ser un instrumento perfecto de educación y a la vez una peligrosa válvula de escape para el ocio. Es cierto que poco a poco el profesorado incorpora las tecnologías de la información (TIC) a los centros, pero lo hace más como soporte de sus clases que como medio de expresión de sus alumnos, que generalmente las incorporan en función de sus posibilidades y a veces también de sus recursos.

Posiblemente, la llegada a las aulas de profesores que ya pertenecen a las generaciones digitales acelerará los cambios. Pero habrá que ver hasta que punto la clase política y la burocracia funcionarial frenan estas innovaciones. Al fin y al cabo, la educación es un instrumento de poder, como lo es la información.

Los sistemas educativos

La sexta Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (WISE 2015), celebrada en Doha (Qatar) el pasado noviembre, sobre el tema Inversión de impacto: educación de calidad para un crecimiento sostenible e inclusivo, estuvo dedicada a la exploración de los vínculos entre la educación, el espíritu emprendedor y la economía. Y una encuesta realizada entre 1.550 miembros de la comunidad global de WISE de 149 países, incluyendo a España, reveló que los encuestados son, en gran parte, críticos con los resultados de los sistemas educativos.

Tres de cada cuatro de estos expertos no están satisfechos con el sistema educativo en sus países, y la mayoría cree que no ha habido mejoras en los últimos años. Sólo el 34% de los encuestados cree que el sistema educativo de su país ha mejorado en la última década; el 29% dice que ha empeorado.Únicamente un 39% cree que las universidades de sus países están preparando adecuadamente a los estudiantes para el mundo del trabajo. Y el 62% identifica la falta de una experiencia laboral o las oportunidades de prácticas como el mayor desafío de la educación postsecundaria.
Ahora el profesor acompaña, ayuda y guía”

XAVIER ARAGAY

Director General de la Fundació Jesuïtes Educació

Entre sus conclusiones sobre lo que será la escuela del 2030 no hay grandes sorpresas: destacan la necesidad de avanzar hacia un currículo personalizado –algo que las TIC permiten–; un modelo distinto de clases –menos lecciones magistrales, más trabajos en equipo, mayor comunicación alumnos/profesores–; mayor atención a las habilidades prácticas que al saber teórico, y papel preponderante del inglés como lengua de comunicación yd e internet como instrumento de conocimiento.

A una escala más próxima, la Fundació Jesuïtes Educació ha impulsado el llamado proyecto Horitzó 2020, iniciado de forma experimental en algunas escuelas con la agrupación de 5.º y 6.º de primaria y 1.º y 2.º de ESO en una sola etapa educativa. Se anuncia diciendo que se han eliminado asignaturas, exámenes, deberes y horarios. Se han derribado tabiques que separaban las aulas para crear espacios de trabajo conjunto con mesas para labores en equipo –o sofás si hace falta aislarse–, donde pueden trabajar hasta 60 alumnos con varios profesores. Xavier Aragay, director general de la fundación, lo resume diciendo: “Se ha acabado el modelo tradicional, ahora el profesor acompaña, ayuda y guía”.

Y los alumnos tienen un papel activo, con un ritmo propio, y trabajan con recursos de las TIC (pizarras digitales, tabletas, ordenadores). Los contenidos se introducen con proyectos interdisciplinares. Los alumnos pueden plantear una pregunta: “¿Por qué la Tierra es redonda?”. Y a partir de ahí los profesores introducen los contenidos.

Pero, sobre la escuela del año 2100, ni en internet, donde se encuentra de todo, hay vaticinios de cómo será. Son demasiadas incógnitas para un mundo en transformación vertiginosa. Por eso, lo importante es acabar con esas tasas elevadas de abandono emocional y fomentar el talento y la creatividad. Es el camino para democratizar la educación y reducir las desigualdades. Lo demás es secundario. El cómo cambiará en pocos años.Cristóbal Cobo, investigador en nuevas tecnologías de Oxford, opina que “resulta más estratégico aprender cómo aprender que retener simplemente los contenidos que se enseñan”.Por esa razón, también pide prudencia ala hora de hacer cambios o de copiar modelos y aboga por una flexibilización a todos los niveles también en los sistemas de evaluación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario