Se propone una forma clara, en apariencia simple, pero bastante útil de mirar la realidad organizativa de nuestras escuelas. Situarnos nos puede ayudar a posicionarnos. Yo digo además...a favor de los que la escuela reactiva acaba repudiando.
Escuelas reactivas
Los miembros que las integran son esclavos de las circunstancias, del momento transitorio y sobre todo de su ambiente. Por ello solo sienten seguridad cuando el entorno es favorable pero cuando no es así, todo se tuerce. Dependen tanto del medio y de las circunstancias que dirigen su atención hacia los defectos de los demás compañeros, hacia las dificultades coyunturales y las circunstancias sobre las que no tienen ningún tipo de control. Esta actitud negativa contagia al resto del grupo y en lugar de buscar soluciones pierden el tiempo buscando culpables. Se pasan el día quejándose de lo mal que está todo: las familias, los alumnos, la administración, el resto de compañeros, etc. Todo está mal pero no ponen remedio…
Escuelas proactivas
Por el contrario, los miembros de las escuelas que denomino “proactivas” tienen una actitud completamente diferente ya que por muchos cambios que se produzcan a su alrededor son ellos los que eligen cómo reaccionar ante estos. Es decir, no se preocupan tanto por la situación que se les presenta sino que centran sus esfuerzos en ver qué pueden hacer para promover un cambio positivo. Esta actitud optimista ejerce una gran influencia sobre el resto del grupo.
La proactividad es el primer hábito que destaca Covey en su libro sobre la efectividad. Por tanto, si queremos “Escuelas altamente efectivas” éstas deben actuar con gran proactividad. Los otros seis hábitos restantes que señala Covey también los he aplicado a la escuela de la siguiente forma:
1
Comenzar con un fin en mente: es muy importante que desde los centros educativos tengamos muy claro cuál es nuestro objetivo principal (tanto la visión como la misión) para que nuestras acciones se dirijan hacia algo verdaderamente significativo para nosotros. Por desgracia no siempre se actúa de esta forma pues son muchos los centros donde se cae en la rutina, en la repetición constante y se acaban haciendo las cosas “como se hicieron el curso anterior”, sin ningún propósito claro y definido.
2
Poner primero lo primero: por desgracia en muchos centros lo primero es lo último y viceversa. Todavía somos esclavos de una estúpida burocracia que nos hace perder un tiempo precioso que podríamos dedicar para atender a las familias, poner en marcha proyectos innovadores, crear un clima positivo, etc. Es algo que tenemos que cambiar urgentemente si queremos avanzar. En palabras de Santos Guerra “hay que preguntarse con seriedad y urgencia: ¿Cuántas horas de trabajo burocrático asumen los profesionales de la educación? ¿Cuántas horas se dilapidan entregadas a tareas absurdas que no sirven para nada? ¿Cuánto aburrimiento se acumula en las mentes y en el corazón de los docentes por estas iniciativas cada vez más ridículas?” Esto merece una seria y profunda reflexión por parte de todos.
3
Pensar en ganar/ganar (beneficio mutuo): como muy bien destaca J.A. Marina “se ha terminado el tiempo del profesor aislado” pues “es el claustro entero el que educa”. Una organización “inteligente (y que aprende) tiene claros sus fines, detecta con rapidez los problemas y sabe resolverlos eficazmente. Tenemos que fomentar un auténtico trabajo cooperativo donde TODOS seamos importantes. Para ello hemos de establecer una verdadera cultura de centro implicando a toda la comunidad educativa pues todos podemos liderar un cambio y podemos aportar nuestro granito de arena en el mismo. Un centro educativo en el que no hay un único líder sino que es el claustro entero el que lidera. Citando de nuevo a Marina, el centro educativo debe “saber unir el talento de sus profesionales, el ambiente de trabajo, un buen equipo de dirección y un buen proyecto pedagógico.”
4
Comprender primero y después ser comprendido: es decir, adoptar una actitud de apertura para mejorar la comunicación con las familias. Estamos demasiado ocupados en “querer ser comprendidos” y nos falta establecer relaciones humanas efectivas (y afectivas) tanto con nuestros compañeros como con las familias. Nos pasamos la vida comunicándonos de forma oral o escrita pero dedicamos poco tiempo a practicar la “escucha activa”.
5
Lograr sinergias: hemos de aprender a establecer sinergias entre los miembros del equipo y también con otros centros educativos. Esto será posible cuando entendamos que la síntesis de ideas divergentes produce ideas mejores y superiores a las ideas individuales. Hemos de evitar enfrentamientos inútiles y estériles que intoxican el clima del centro. El hábito de sinergizar implica entonces la cooperación creativa y el trabajo en equipo.
6
Afilar la sierra (mejora constante): este debe ser el objetivo fundamental de una escuela proactiva, una renovación constante para promover cambios y mejoras en el centro.
En definitiva, estos son los hábitos que nos ayudarán a constituir escuelas altamente efectivas y sobre todo con un espíritu proactivo que nos ayude a conseguir aquello que todos estamos buscando: una auténtica transformación de la Escuela de siglo XXI.
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