Luca repara una moto en el taller donde ha conseguido un contrato. ALBERTO VERA
A Luca no le «molaba» ir al instituto. Era el típico pasota que se relacionaba con colegas de esos que restan en vez de sumar. Pensaba que nunca iba a conseguir nada en la vida. Pensaba que la ESO era un rollo. Pero un día le llamaron al despacho y le propusieron Alter. Lo que le dieron fue una segunda oportunidad.
Ahora se levanta cada día con ganas de ir a clase y al taller de motos donde se forma. Sus padres dicen que tiene una buena actitud, ha dejado de salir tanto de marcha. «Voy por el buen camino», reconoce este joven de 16 años del IES Ses Estacions de Palma que ha acabado 2º de ESO a través de Alter, un programa de integración social y educativa para alumnos que no se adaptan al sistema educativo ordinario y que tiene como objetivo que los chavales no abandonen los estudios tan pronto.
Lo consiguió también con Esperanza. Esta alumna del IES Josep Maria Llompart era de las que calentaba la silla en clase. Se aburría, se ponía nerviosa, no prestaba atención. «Me daba rabia estar allí», recuerda ella. Ahora canturrea mientras sostiene el secador de pelo en la peluquería donde ha aprendido a hacer mechas, a cortar, a secar, a poner los rulos... pero sobre todo, donde ha aprendido a valorarse y a aprender que querer es poder. Quién le iba a decir a ella que en sólo un año sería una chica de expediente 10.
Alter marcó un camino de futuro a Luca y Esperanza cuando estaban a punto de dejar los estudios. Se les adaptó el currículum y fueron alternando una escolaridad compartida con actividades eminentemente prácticas en empresas. Además, recibieron nociones sobre habilidades sociales, autoestima, normas de convivencia y orientación en el mundo laboral. El cambio fue abismal.
Esperanza peina a una chica en la peluquería donde hace prácticas formativas. ALBERTO VERA
«Cuando llegan aquí están bastante desmotivados, con la idea de que no se van a poder asentar con sus estudios. Entonces en la entrevista siempre hablamos de lo que les motiva y jugamos con las expectativas que tienen. En el caso de Luca era la mecánica y no nos equivocamos porque apostamos por ella y finalmente los resultados ahí están», explica María Cànaves, coordinadora de Alter desde que empezó hace ya 12 años.
El programa se dirige a chavales de 15 y 16 años con riesgo de exclusión social y escolar. «Por eso no dejamos que abandonen la escuela y les proponemos hacer una escolaridad compartida: tres días van a una empresa [del sector que más les gusta (mecánica, cocina, peluquería, mantenimiento...)] y dos días vuelven al instituto mientras tienen la edad obligatoria», detalla Cànaves. Pero una vez que están en Alter, no retornan a la misma clase del instituto sino que se hacen grupos reducidos con otros chicos en su misma situación «para que se sientan mejor». Cuando empiezan a ver que pueden conseguir sus propósitos se crecen y empiezan a dar resultados.
Luca ha conseguido los dos objetivos de Alter: conseguir un trabajo y continuar los estudios. Está contratado en la empresa de reparación y venta de motos de David Abellán desde que acabó el programa en junio de 2016. «Hizo las prácticas con nosotros durante un año y se quedó contratado como aprendiz de mecánico porque vimos que se esforzaba, que tenía maña y si le daba una responsabilidad, la asumía», cuenta este empresario que lleva tres años colaborando con Alter. El cambio de este joven ha sido de 180 grados. Se presentó el primer día en el taller de Abellán y le dijo: «Haré lo que sea para ser mecánico de motos». Y lo ha hecho. Con su esfuerzo se está pagando una moto y la autoescuela, y está pendiente de matricularse de nuevo en el instituto para cursar una FP básica en septiembre. Quiere comerse el mundo y promete levantarse de buen humor por las mañanas «y no con ganas de no hacer nada como antes».
A sus 17 años, Esperanza es una de las veteranas porque ha estado los dos cursos completos (1º y 2º de ESO) en Alter. Su paso por allí le ha devuelto las ganas de estudiar. Quiere ir a la Escuela de Adultos y cursar 3º y 4º en un año cuando cumpla los 18 años. Y luego, quién sabe, quizás volverá a la peluquería.
Durante este tiempo en Alter, los estudiantes no cobran porque están en periodo de formación, pero las empresas colaboradoras (privadas y públicas) reciben una pequeña bonificación. «Los jóvenes no están en calidad de trabajadores sino como aprendices», aclara Cànaves, y tienen dos tipos de seguro: uno de responsabilidad civil - «por si rompen algo»- y otro médico por si se hacen daño durante el trayecto «cuando van en bici o monopatín volando», bromea. Además, todos cuentan con la autorización de las dos consellerias, de Educación y Servicios Sociales.
El porcentaje de éxito del Alter es del 92% y la nota media este año es de un 7,7. «Hubo 28 sobresalientes, entre ellos, uno de Esperanza, que los colecciona», recalca Cànaves orgullosa de su pupila. De los 245 que participaron este curso, 108 volvieron a matricularse para una FP básica. Los otros están haciendo el segundo nivel este año, y han conseguido 14 inserciones laborales. Sólo suspendieron 27 alumnos, que no llegaron al final. «Cualquier universidad querría para sí estos datos», destaca Abellán.
Y es que Alter, después de 12 años en marcha, está considerado un programa exitoso y de buena práctica porque desde sus inicios ha reenganchado a los estudios a 2.577 chicos. Hasta a Comisión Europea de la Juventud con sede en Bruselas lo ha premiado. «¿El secreto del éxito? Ellos», responde sin dudar la coordinadora señalando a los pupilos. «Son chicos que llegan muy desmotivados y cuando ven que hay gente que apuesta por ellos, se ponen en marcha para no defraudar».
Otra parte del éxito recae en el papel de las educadoras. Luca se acuerda de Virginia. «Quien me ayudó a seguir para adelante», sobre todo cuando sobrevino la catarsis y tuvo dudas. Esperanza nombra a Erica y a Charo, sus ángeles de la guarda... «Y cómo no, a María», el alma de Alter. La que siempre tiene una palabra de ánimo para todos.
Sacado de El Mundo
MAYTE AMORÓS
Palma20/02/2017 10:29
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