Gervasio Sánchez (periodista y fotógrafo) que ha recibido el premio Ortega y Gasset confiesa que hay momentos en los que no te gustaría tener una cámara y fotografiar. Pero ese es su trabajo. Durante décadas ha sido los ojos de occidente en los lugares más castigados por las guerras, las hambrunas, la injusticia. Gervasio Sánchez es un hombre tranquilo a pesar de haberse tenido que enfrentar a situaciones que te desmoralizan como ser humano. |
Durante la entrega de los premios Ortega y Gasset el 7 de mayo de 2008, denunció claramente al Gobierno Español por vender armas y por ende propagar las guerras.En el acto estaban presentes la Vicepresidenta del Gobierno, varias ministras y ministros, exministros del Partido Popular, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, el Alcalde de Madrid, el Presidente del Senado y centenares de personas.
(Puede leer el discurso al final)
El prestigioso fotoperiodista ha declarado que siente "vergüenza por España" cuando encuentra "armas españolas en un conflicto" y considera un "escándalo" que este país sea "el octavo del mundo en exportación de armas" las cuales "envía muchas veces a países que tienen problemas", como Venezuela y Colombia, "en los que puede estallar una guerra".
"Las minas no aparecen en el mundo porque sí, sino que son los gobiernos los que las ponen", declaró Gervasio Sánchez, quien quiere, con su exposición de minas antipersona, denunciar "el cinismo y las malas artes de los gobernantes" ante esta grave situación humanitaria. En su exposición se ve la evolución de algunas de las víctimas retratadas hace diez años, con las que el fotógrafo ha trazado una relación personal.
Se pregunta también cómo es posible que hace diez años Naciones Unidas calculara que harían falta 11 años para acabar con las minas en el mundo cuando, transcurrido ese tiempo, la conclusión es que se necesitarán mil años. "Pues porque la mayoría de los países occidentales no han puesto un sólo duro para ayudar al desminado y los mutilados", responde Sánchez.
"Ni Francia, ni España, ni Alemania, ni Reino Unido, ni Bélgica... Se están dedicando partidas vergonzosas. Es más, la ironía llega hasta el punto de que un país como Estados Unidos, que no firmó el Tratado, da más dinero que los países europeos", se lamentó.
En la actualidad, solamente 151 países han firmado el Tratado de Ottawa (Canadá), mientras que 167 millones de minas continúan aún enterradas en 78 países de todo el mundo. El coste de fabricación de una mina terrestre no llega a los tres euros mientras que localizarla, desactivarla y destruirla supera los 750 euros.
En cierta ocasión le preguntaron si en nuestro país observaba una educación en la paz, que pueda cambiar el rumbo del futuro, contestó:
"Bueno, hay iniciativas, hay proyectos, hay ideas. Pero yo muchas veces discuto con amigos de asociaciones humanitarias no gubernamentales y siempre les digo lo mismo: hay que apostar más seria y más fuertemente por la denuncia. Hay que denunciar, no se puede estar haciendo trabajos en el tercer mundo, que son trabajos muy decentes y muy bien hechos, si no se cambian las reglas del juego. ¿Para qué sirve invertir en proyectos en los Grandes Lagos si sigue siendo una zona donde está habiendo continuos conflictos porque las grandes potencias están dirimiendo sus intereses estratégicos en la zona?. Y estamos hablando de EEUU, Francia y las principales potencias occidentales. Yo creo que hay que criticar el mercado de armas, la falta de ética de las grandes potencias petroleras, de los gobiernos que permiten que empresas se dediquen al tráfico de diamantes... Hay que hacer campañas fortísimas de denuncia permanente y sobre todo de denuncia a la actitud de la Comunidad Europea, que es supuestamente la gran benefactora de proyectos humanitarios en el mundo, pero al mismo tiempo sus gobiernos son los que tienen más influencia en la parte más negativa de las relaciones entre países del primer y tercer mundo. Y para denunciar hay que hacerse cada vez más independiente: depender menos de las ayudas de la UE, depender menos de que tus proyectos estén prácticamente embargados o de que sólo se pueden hacer porque te dan ayuda los gobiernos. Y que estas personas que ayudan a estas organizaciones humanitarias no solamente paguen 10.000 ó 15.000 pesetas al principio de año y se olviden, sino que se conviertan en verdaderos activistas, que denuncien la situación. Es la única manera. Entonces hay que crear una cultura de paz, pero una cultura de paz militante, activa, no hacer creer que la cultura de paz se hace porque los niños no se disparan con pistolas de plástico, ése no es el problema. El problema es ayudar a crear una nueva situación económica en el mundo y sobre todo una nueva sociedad. Y eso es básico, si no todas las cosas que se puedan hacer no van a servir para mucho, eso lo tengo clarísimo. "
Sobre la información deshumanizada hace la siguiente reflexión:
"Yo creo que lo que está deshumanizado es la profesión periodística. En los periódicos y los medios de comunicación hay una especie de línea de pseudopensamiento que indica que lo interesante y lo importante es lo que dictan las grandes agencias internacionales que, por supuesto, pertenecen a los principales países del mundo. Entonces si una persona de origen norteamericano o de la comunidad europea muere tiene derecho a una historia. En cambio si decenas de miles de personas mueren en África, en Asia o en América Latina lo único que nos interesa es cuántos ceros hay que ponerle a la noticia. Yo creo que esto es gravísimo y tiene mucho que ver con el mundo del periodismo, donde se sientan en los puestos importantes redactores jefes y personas con cierta influencia que carecen de sentimientos. Ellos han decidido que el periodismo debe estar totalmente plegado a exigencias e intereses que no tienen nada que ver con la única norma del periodismo, que es informar. Creo que si seguimos por este camino vamos a ver cómo pronto morirán millones de personas por el hambre en Centroamérica o por la sequía en África y ni siquiera habrá nadie informando porque las cadenas de televisión, los periódicos y las radios decidirán que a nadie le interesa."
"Creo en la obligación de un periodista, que es informar de lo que ocurre y sobre todo denunciar lo que ocurre. Por supuesto hay que hacerlo con rigurosidad y sin caer en el mero maniqueísmo, y eso requiere de una profesionalización, una actitud, un estado de ánimo y sobre todo de una conciencia personal. Y yo considero que por eso estoy en el periodismo y el día que no haga este tipo de cosas abandonaré la profesión por cualquier otro trabajo"
Un periodista le preguntó: ¿Por qué nos cuesta tanto ver la injusticia y la indiferencia en nuestra popia casa? A lo que contestó:
"Porque nos han vuelto a engañar. Nos han hecho creer que el mundo ideal es el mundo en el que vivimos, y nuestro mundo es ideal simplemente porque en nuestra misma frontera hay un abismo donde se pudre la inmensa mayoría de la humanidad. Y si esta mayoría sigue pudriéndose seguiremos teniendo serios problemas, a menos que queramos vivir en un mundo rodeado de alambradas. La gente que huye de África, del Magreb o de cualquier país del mundo, huye del hambre, de la miseria, de la explotación, de la corrupción creada muchas veces por las empresas multinacionales, que han corrompido a gobiernos de países ricos para conseguir a mejor precio materias primas como el petróleo o los diamantes. Y mientras siga habiendo este tipo de situación seguirán llamando a nuestras fronteras y llegando a mansalva los emigrantes ilegales, como está sucediendo en este momento. Cuando uno está ante la encrucijada de vivir una situación de dolor y desesperación, y la posibilidad remota de llegar a un mundo mejor -que también es una mentira muchas veces, como los inmigrantes que llegan aquí engañados por las mafias-, pues lógicamente va a dar el salto. La gente huye de países muy ricos explotados por la actitud brutalmente egoísta de las grandes empresas multinacionales, que en este mundo sin leyes de movimiento de capitales están haciendo lo que les da la gana con las materias primas de estos países.
Discurso pronunciado por Gervasio Sánchez (periodista y fotógrafo) durante la entrega de los premios Ortega y Gasset .
Estimados miembros del jurado, señoras y señores:
Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo. ….
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias.
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