No existen "recetas educativas milagro", pero sí es posible ofrecer algunos puntos de reflexión que deberían tener bien presente padres y educadores en general que tienen que bregar a diario con adolescentes y no saben qué actitud adoptar en multitud de ocasiones
El decálogo que ofrecemos a continuación puede ser una guía sencilla y eficaz, si somos capaces de aplicarlo. Está en línea con la psicología educativa positiva que practica desde hace tiempo el psicólogo Bernabé Tierno.
- Jamás convertirse en otro adolescente, imitando sus actitudes desafiantes, su inmadurez, sus desplantes o sus malos modos. Hay que situarse en un nivel superior, dando a entender al educando que sólo le escucharemos si se comporta de la forma educada, respetuosa y tranquila con que nosotros lo hacemos.
- Al adolescente le tranquiliza saber que los educadores también fuimos adolescentes y cómo nos comportábamos, los problemas que teníamos y las discusiones que manteníamos con nuestros padres. Tener con ellos estas confidencias ayuda a que nos cuenten sus problemas y nos vean más cercanos.
- El adolescente necesita ejemplos vivos de calma, de autocontrol, de madurez y de capacidad de diálogo. Aprenderán a respetar y a ser coherentes de nuestro respeto y coherencia.
- Darle ejemplo de empatía, de comprensión y de buen entendimiento, poniéndonos en su lugar y dándoles la razón en algunas cosas es primordial. El adolescente necesita sentirse valioso y capaz y que se lo reconozcamos los adultos.
- Jamás se debe corregir en público a un adolescente, pues dado su gran sentido del ridículo, susceptibilidad e inmadurez y suspicacia no perdonaría jamás nuestra actitud. Mejor las reconvenciones en privado.
- Hay que dejar “la pelota” de la responsabilidad en su campo; que tome sus decisiones y cargue con las consecuencias de sus actos es fundamental para que no pueda librarse de responsabilidades. Añadir a esto el que nos vean limitados y con defectos y que sepan que también los adultos nos equivocamos.
- Dejarle claro al adolescente que le apreciamos y queremos incondicionalmente, pero que eso no significa que no le exijamos responsabilidad y autodisciplina. Tiene que aprender a hacer muchas cosas que no le gustan, pero son necesarias para su formación.
- Formar hábitos desde la infancia: ser ordenado, hacer amigos, saber respetar, organizarse, ser responsable, etc. Hacerse cargo de sí mismo y estar al mando “de su propia vida”.
- Enseñarle a buscar soluciones y alternativas, escucharles, ser dialogantes, llegar a pactos y acuerdos, encontrar siempre puntos de encuentro y jamás mostrarnos como en posesión de la verdad.
- Esperar siempre lo mejor del adolescente, creer y confiar en él. Admitir sus críticas y puntos de vista sin perder la calma y jamás perder con ellos el sentido del humor.
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