miércoles, 28 de septiembre de 2011

El propósito de la Educación

Una persona educada no es aquella que obtiene buenos o brillantes resultados en su vida académica, sino la que no soporta la pobreza de millones de seres humanos.  Una persona educada no es aquella que alcanza un alto status social, sino la que no admite la segregación.  Una persona educada no es aquella que triunfa socialmente, sino la que no permite el maltrato, ni los abusos. Cada día resulta más apremiante el compromiso por una escuela capaz de anular los sucios negocios que como una hiedra pegajosa tiene que soportar. No debemos cejar en el esfuerzo para evitar que la escuela se convierta en una institución al servicio del poder, que promueva la sumisión como actitud y dedicada a consolidar la catalogación social (de origen) de los niños y niñas.

Sabemos que la educación constituye un constructo que los grupos humanos, la sociedad, genera para integrar a los nuevos miembros. Para integrarlos y para que consoliden el status establecido y cumplan con los intereses y proyectos de ese grupo. No resulta descabellado afirmar que los modelos educativos responden al modelo social existente en cada comunidad... o al menos, al modelo de los que ostentan el poder real en esa comunidad.


Sin embargo, el propósito de la educación, para mí, no puede ser otro que el equipaje necesario que cada ser humano debe portear para que el camino hacia la utopía sea posible.


El concepto educación se encuentra unido, de forma indeleble al ser humano, durante toda su vida. Va mucho más allá de los aprendizajes, implica una forma de vivir. No en vano, la educación no es otra cosa que el andamiaje con que rodeamos nuestra existencia y que nos ayuda a crecer, a vivir y a morir.


La educación se configura como patrimonio inalienable de cada individuo. Por eso, la calidad de la misma resulta determinante en todos los aspectos del ser humano. En el profesional, en el económico, en el cultural, en el político, en el artístico, en el emocional y afectivo,... en todos.


Nunca he concebido la educación y, por ende, la escuela como un elemento neutro. Todo lo contrario. Como ya escribí una vez, la educación debe convertirse en una violenta arma contra la ignorancia (sobre todo la activa) contra la dominación y la sumisión ante el poder impuesto. 

Considero que el propósito de la educación consiste en subvertir el mundo que hemos heredado. Ha de convertirnos en personas intolerantes ante la injusticia social y beligerantes ante la ausencia de equidad. El concepto educación no conlleva la bondad intrínseca en su definición. 

Ahora, los poderosos, sin la menor sutileza (ni vergüenza), proponen modelos que caminan en sentido muy lejano a conceptos como inclusividad, a inteligencia emocional, a participación democrática y a compromiso social.

Una persona educada no es aquella que obtiene buenos o brillantes resultados en su vida académica, sino la que no soporta la pobreza de millones de seres humanos.  Una persona educada no es aquella que alcanza un alto status social, sino la que no admite la segregación.  Una persona educada no es aquella que triunfa socialmente, sino la que no permite el maltrato, ni los abusos. Cada día resulta más apremiante el compromiso por una escuela capaz de anular los sucios negocios que como una hiedra pegajosa tiene que soportar. No debemos cejar en el esfuerzo para evitar que la escuela se convierta en una institución al servicio del poder, que promueva la sumisión como actitud y dedicada a consolidar la catalogación social (de origen) de los niños y niñas. 

Aunque reconozco que vienen malos tiempos, estoy seguro que las generaciones que vienen estarán cada vez más preparadas, más educadas y con más oportunidades para construir un mundo mejor. Mientras tanto, seguiremos en la brecha. Obstinados en que el futuro se encuentra en este camino, que no hace falta buscar un lugar más allá del arco iris porque ese lugar tiene que estar aquí.

Por Pepe Lozano
fuente: HARAPELE 17/05/11

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