Las drogas, todas las drogas, presentan una doble cara.
Primero aparecen con la imagen positiva, favorable y que tanto atrae a jóvenes
y mayores. Posteriormente, esa cara desaparece. Rápidamente las drogas empiezan
a mostrarse tal como son: dolor, problemas, infelicidad y múltiples trastornos.
En esta dualidad que las drogas presentan reside parte de la
potencial dificultad para evitar que nuevas personas las consuman y abusen de
ellas. Si desde el principio, la cara imperante fuera la negativa, el atractivo
y mística que rodea el mundo de las drogas desaparecería.
En muchos sentidos el proceso de adicción ha sido comparado
con el de entablar una relación; pero en este caso se trataría de una relación
desdichada. A medida que atravesamos las sucesivas etapas, el compromiso se
intensifica y el influjo que ejerce sobre el adicto se vuelve más fuerte.
- Enamoramiento.
Las primeras experiencias con las drogas suelen dejar una
marca grabada. Si este primer contacto ha sido agradable, se produce un
enamoramiento o atracción apasionada por volver a tomar la sustancia o realizar
la actividad. Esta percepción distorsionada de la realidad, sin embargo,
emociona, produce euforia o tranquiliza lo que hace aumentar la probabilidad de
que haya una nueva toma u ocasión para consumir. Se produce un cambio de estado
de ánimo que, en muchos casos, se experimenta a nivel visceral (todo ello
causado por la lógica alteración de la química cerebral) y que genera ese
encandilamiento al igual que uno se enamora de un@ chic@.
En el juego, una fuerte ganancia inicial incrementa las
probabilidades de adquirir adicción al juego.
2. Luna de
miel
Una vez que el individuo ha aprendido -a través de su
familia, de la sociedad o por experiencia propia- que ciertas actividades o el
consumo de ciertas sustancias pueden transportarlo como por arte de magia lejos
de cualquier sentimiento o estado de ánimo negativo, el paso a la adicción es
muy sencillo.
Al haber "aprendido" en la etapa 1 que es posible
obtener cierto alivio (refuerzo negativo) o placer (refuerzo positivo) a través
de la sustancia o actividad adictiva, la persona puede sentirse impulsado a
borrar los malos sentimientos o dolorosos con algo positivo. La baja tolerancia
a la frustración o la incapacidad para hacer frente a esas adversidades lleva a
la búsqueda de "soluciones mágicas"; entonces se busca el recurso
químico que facilite el cambio.
Durante la fase de luna de miel, el futuro adicto
experimenta todas las gratificaciones sin ninguna de las consecuencias
negativas: siente que ejerce control, que la actividad es inofensiva y que él
la merece. Puede sentirse mejor instantáneamente y disfrutar la sensación de
olvidarse de todo. Pero de lo que no se da cuenta es de que ninguna relación
basada en el engaño y la fantasía puede funcionar bien a largo plazo.
3. Traición
Sin embargo, lo que uno vislumbra durante la luna de miel no
es lo que en realidad obtiene. Con el paso del tiempo, es traicionado. Así,
además del deterioro sufrido en las principales esferas de su vida, es muy
probable que el adicto esté haciendo cosas que normalmente no haría, para
matener su adicción (robar, participar en otras actividades ilícitas). Los
paraísos artificiales que se le prometían en la fase anterior se tornan en
oscuros callejones repletos de trampas. La traición es real y el declive comienza.
4. En la
ruina
Ahora el adicto debe consumir cada vez más para evitar que
los crecientes sentimientos y estados de ánimo negativos profundicen en su
conciencia y para tratar de mantener los efectos positivos que cada vez son
menores. Está desarrollando tolerancia y tiene que consumir no para obtener
placer o alivio sino para evitar el malestar asociado al síndrome de
abstinencia. La dependencia física creada químicamente por la acción de la
sustancia sobre el sistema nervioso tiene apresado al individuo.
Psicológicamente, la estrategia de afrontamiento desarrollada hasta ahora sigue
manteniéndose con lo cual, los problemas lejos de resolverse se acrecientan aún
más.
5.
Aprisonados
Con el tiempo, el adicto llega a un estado de desesperación
en su relación con la sustancia o actividad adictiva, dejando de lado todo lo
demás. Se comporta de manera cada vez más impulsiva e incontrolada, preso de su
adicción. Esta etapa de la relación adictiva es un descenso a la desesperación
y la destrucción personal. El servilismo ante las drogas no permite tregua y
esta espiral tiende a autoperpetuarse, a menos que suceda algo que la detenga.
El retorno, no obstante existe, aunque sea un proceso también duro y difícil.
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