Entrevista a Catherine l'Ecuyer, investigadora y divulgadora de temas relativos a la educación. Muy interesante. Educar en el asombro: "Un niño ve por primera vez el cielo, y estrena el cielo". Otra perla de la entrevista: "los altos directivos de empresas tecnológicas de Silicon Valley mandan a sus hijos a un colegio de élite que hace bandera de no utilizar tecnología en las aulas"
Un adulto pequeñito
La mente intuitiva
es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una
sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo, decía
Einstein. A lo que L'Ecuyer, en su ensayo Educar en el asombro
(Plataforma), añade: "Matar la imaginación, el asombro y la
creatividad de un niño para inculcarle cuanto antes y contra su naturaleza una
actitud razonable es típico de una sociedad fría, cínica y calculadora. Hacemos
a los niños a nuestra medida. El niño es un adulto pequeñito".
Esta abogada empezó a investigar temas relacionados con la educación cuando
nació su primer hijo, y su blog tiene más de siete mil visitas al mes.
Por qué no llueve hacia
arriba?!", me preguntó mi hijo.
Qué tierno.
En realidad no buscaba una respuesta, es la manera que tienen los niños de
admirarse ante una realidad que es pero que podría no haber sido. El asombro es
el motor de la motivación del niño. Chesterton decía...
Un sabio.
... "En cada niño todas las cosas del mundo son hechas de nuevo y el
universo se pone de nuevo a prueba". Un niño ve por primera vez el cielo,
y estrena el cielo. Crece maravillado por lo que le rodea. Si te fijas, de
camino al cole las madres tiran de los niños, sólo las abuelas caminan junto a
ellos.
Una observación de la que aprender.
Los niños se paran maravillados porque han visto algo que brilla en el
suelo..., y las madres dicen: "¡Deja esa porquería!".
¿Qué hacemos?, ¿llegar tarde al cole?
Lo que sea menos chafar su asombro. El asombro es el deseo de conocimiento, es
no dar el mundo por supuesto, por eso debemos educar en el asombro.
¿Y cómo se hace?
El asombro requiere libertad interior. Según Tomás de Aquino, hay dos fases en
el conocimiento: la primera es el descubrimiento y la invención, y la segunda,
la disciplina y el aprendizaje. Hemos invertido el orden: en las escuelas se
aprende de fuera hacia dentro, no de dentro hacia fuera.
El afuera
es invasivo.
Sufrimos el síndrome de la sobreestimulación debido a unos cuantos experimentos
con ratas: pusieron unas ratas en una jaula oscura y otras en un laberinto con
ruedas y rampas. Las segundas resolvían mejor los problemas. Así llegaron a la
conclusión de que a más estímulos, más inteligencia.
Entre la carencia de estímulos y el exceso debe
haber el punto medio.
Hoy los estudios relacionan la sobreestimulación con problemas de aprendizaje.
Estamos en
la era de las pantallas.
Estamos creando niños saturados. Inocentes series infantiles tienen una media
de 7,5 cambios abruptos de imagen por minuto. Cuando esos niños se
enfrentan al ritmo de la vida real, todo les impacienta y aburre. Existen
estudios que relacionan horas de televisión en la infancia con problemas de
atención y trastorno del aprendizaje.
Hay que
recuperar el silencio.
Las pantallas estridentes turban el único aprendizaje sostenible del niño:
descubrir el mundo por sí mismo y a su ritmo. Einstein decía que la formula del
éxito era el trabajo, más el juego, más el silencio. Nunca habíamos tenido
tanta información y nunca habíamos aprendido tan poco.
Es una preocupación mundial.
El premio Nobel Herbert Simon decía que la información consume atención de
quien la recibe. En
consecuencia, una gran cantidad de información crea un empobrecimiento de la
atención.
La
multitarea es hoy habitual en niños.
Y ya sabemos que dividir la atención la merma. El niño sobreestimulado se convierte en un
adolescente que lo ha visto y lo ha tenido todo, tiene el deseo bloqueado.
El sistema educativo tampoco ayuda.
Todos nacemos originales y morimos copias, decía Carl Jung. En lugar de sacar
lo mejor de cada uno, el sistema educativo inculca. Y se amolda al supuesto
"nuevo ritmo infantil" a base de pantallas. Sin embargo, los altos
directivos de empresas tecnológicas de Silicon Valley mandan a sus hijos a un
colegio de élite que hace bandera de no utilizar tecnología en las aulas.
¿Un nuevo esnobismo
californiano?
Su argumento es que el ordenador impide el pensamiento crítico, y que ya
tendrán tiempo de aprender y de gestionar esa herramienta. Hay que evitar que
vean la vida como una pantalla en la que suceden cosas, procurar que descubran
el sentido a través de la vida real, y respetar su ritmo.
Es lento.
Sí, desde nuestro punto de vista son como caracoles, y sin embargo ellos tienen
la clave de la felicidad: vivir con intensidad y asombro cada momento presente.
Eso es natural para los niños, no se lo robemos.
Será mi
propósito para el 2013.
Si dejamos que vean y vivan cosas que no les corresponden, las etapas se
aceleran. La edad de la infancia es la edad del juego, de la imaginación; si no
la pasan de pequeños, serán adultos inmaduros.
El consumo,
sus mensajes los atrapan.
El consumismo es la forma más letal y directa de matar el asombro de un niño.
Cuando saturamos sus sentidos con todo lo que quiere no le dejamos desear las
cosas, y así el niño empieza a dar el mundo por supuesto.
... A pensar que todo le es debido.
Sí, que las cosas, o peor, que las personas tienen que comportarse como él
quiere, y sus caprichos se convierten en órdenes, y aparecen las pataletas y
los enfados a consecuencia de la frustración que le provoca que la realidad no
se amolde a lo que desea.
Eso da
mucha pena.
Educar
en el asombro es educar al niño en el agradecimiento por la vida, por la
belleza y el misterio que le rodea.
LA VANGUARDIA 11/01/2013
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