La vulnerabilidad de los niños
Es octubre de 2011 y los niños corren tras un camión pequeño que serpentea a través del Centre d’Hébergement Tabarre 23, un campamento hacinado donde cientos de personas viven en tiendas de lona de plástico y chozas de madera y hojalata. El camión se detiene frente a un espacio acogedor para la infancia –un lugar seguro y supervisado para que los niños y niñas jueguen– donde las cajas que se descargan poco a poco revelan una gran cantidad de juguetes, material artístico, jabón y otros artículos.
Los niños son altamente vulnerables al entorno en el que viven y es por ello que a menudo son un puro reflejo del mismo. Un episodio bélico es, sin duda alguna, uno de los episodios más duros que un niño puede vivir en su vida. En Iraq, por ejemplo, aunque la guerra ha terminado, los niños y las niñas de siguen sufriendo lesiones y muriendo de manera persistente debido a los efectos de las reliquias del conflicto. Desde que acabó la contienda, más de 1.000 niños y niñas han sufrido lesiones con diversos tipos de armas, entre ellos las bombas de racimo arrojadas por las fuerzas de la coalición o las miles de toneladas de municiones almacenadas y abandonadas por las fuerzas de Iraq en edificios públicos y zonas residenciales. Y es que en el país de Oriente Medio los niños utilizan las armas abandonadas como juguetes. Es la curiosidad natural de la infancia la que convierte a los niños y niñas en víctimas frecuentes de las municiones que no han explotado.
“Las bombas de racimo tienen formas interesantes que resultan atractivas para la niñez”, indica el representante de UNICEF en Iraq Carel de Rooy. “Muchos niños y niñas sufren lesiones o mueren porque ven un objeto reluciente de metal, a veces en forma de bola, y tienen que ir y recogerlo para jugar con él”.
Otra historia parecida, o aún peor, es la que viven algunos niños en países como Liberia y Uganda, donde muchos varones son raptados y forzados a convertirse en niños soldado y obligados a participar en los conflictos bélicos, incluso llegando a tener que matar a miembros de su propia familia. Las secuelas de una vivencia como esta no son fáciles de digerir y afectan a la personalidad de quiénes lo sufren de un modo muy profundo.
Salvando las distancias, y a otra escala muy diferente viven los niños cuyas familias presionan hasta el límite para que dediquen su adolescencia, y prácticamente toda su infancia, a estudiar para que en el futuro puedan adquirir unas competencias profesionales de lo más competitivas. Es algo muy habitual en la cultura asiática, en buen contraste con lo que se suele observarse en los países occidentales.
Hayan sufrido calamidades y pobreza, vivido guerras y conflictos armados, o sufrido abusivas presiones psicológicas para que sólo se dediquen a estudiar, los niños de todo el mundo tienen algo en común sin impoartar raza o estatus social: necesitan jugar.
La importancia de jugar
Jugar no sólo es divertido es también importante para el desarrollo y bienestar de las personas. Los niños y niñas aprenden a cada instante, de las enseñanzas de quienes los cuidan, de los que los rodean, del ejemplo de los demás, de las cosas que les suceden. El juego es una de las experiencias más intensas de la niñez; a través de él se aprende a compartir con otros dándose inicio a la vida en comunidad. Jugando las emociones son intensas y la creatividad se desarrolla al máximo. Tal vez por lo anterior muchos de los buenos recuerdos de la infancia se relacionan con ellos, al igual que permiten el desarrollo de habilidades, actitudes y valores que perduran por toda la vida.
Los niños imitan todo lo que tienen a su alrededor, siendo sus padres los referentes básicos a quiénes seguir. Ya lo decía esa campaña promovida por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España: “Si tú lees, ellos leen“, en un afán de mostrar a los padres la importancia de dar ejemplo a sus hijos. En este sentido, es interesante analizar cómo juegan los niños en los diferentes países del mundo, así como con qué. ¿Son todos los juguetes iguales? Si bien es cierto que a la mayoría de niños les gusta jugar con peluches y muñecos, existen diferencias cualitativas y cuantitativas en función del país y del estrato social en el que se encuentran.
A menudo los juguetes usados en países más pobres son auto fabricados y están hechos de materiales que los niños encuentran en casa y por la calle como maderas, alambres, cuerdas y plásticos, que son usados para simular o imitar otros objetos que los niños ven a su alrededor. Bien diferente es la realidad de los niños de países desarrollados con familias mejor posicionadas económicamente, que pueden permitirse mejores y mayor número de juguetes. Todo ello, claro, sin tener en cuenta los juegos de ordenador, ni videoconsolas, netbooks o tablets, cada vez más en el orden del día de los niños pertenecientes a familias mejor posicionadas. A pesar de ello, los tipos de juguetes con qué se divierten unos y otros niños hoy no divergen tanto como uno pudiera imaginar, aunque sí reflejan el entorno económico en el que viven.
Niños de alrededor del mundo con sus juguetes: Galimberti’s Toy Stories
Abordando precisamente esta idea de ver cómo es el mundo en función de los juguetes que los niños utilizan para divertirse nos refererirmos en este artículo al proyecto de Gabriele Galimberti, titulado ”Galimberti ‘s Toy Stories“. Filmado en un período de 18 meses por Galimberti, fotógrafo italiano, se trata de un proyecto que compila fotos de niños de todo el mundo con sus más preciadas posesiones: sus juguetes.
“A su edad, sólo quieren jugar” pero el modo en el qué juegan es lo que parece diferir de un país a otro. Galimberti encontró que los niños de los países más ricos eran más posesivos con sus juguetes y que le tomó más tiempo que le permitieran jugar con ellos, mientras que en los países más pobres le resultó mucho más fácil interactuar rápidamente, incluso si sólo había dos o tres juguetes entre ellos. “En África, a los niños les encanta jugar afuera con sus amigos, su amistad tiene mucho más valor que el juguete”.
Galimberti pudo observar como entre los niños de los diferentes países existían también semejanzas, sobre todo en las competencias funcionales y de protección de los juguetes, representados por sus orgullosos propietarios. Galimberti se reunió con un niño de seis años que vive en Texas, y una niña de cuatro años de edad, de Malawi, ambos mantenían sus dinosaurios de plástico para protegerlos de los peligros que les aguardaban en la noche.
Es curioso ver como los juguetes son un reflejo del mundo “económico” en el que nació cada niño: a una chica de una familia acomodada en Mumbai le encanta jugar al Monopoly, porque le gusta la idea de construir casas y hoteles, mientras que un niño de una zona rural de México ama los camiones porque los ve atravesar su pueblo a diario hasta la próxima plantación de azúcar. Un niño en Letonia juega con coches en miniatura, ya que su madre era una taxista, mientras que la hija de un campesino italiano tiene una variedad de rastrillos de plástico, azadas y palas, objetos que ve en su día a día.
Con la excepción de los juegos de ordenador, Galimberti se dio cuenta de que los juguetes no han cambiado mucho en las últimas tres décadas. Y hay algo tranquilizador en eso. “A menudo me encontraba el tipo de juguetes que solía tener”, dice. “Fue agradable volver a mi infancia de alguna manera.”
Los juguetes y la violencia
En la serie de fotografías adjunta se puede apreciar como algunos niños disponen de juguetes de carácter bélico (ya sean pistolas o aviones de guerra). Se trata mayormente de niños de países en desarrollo o de países desarrollados, todos ellos niños varones. Los niños son influenciados por sus ambientes – sus padres, familias, amigos, maestros y pares, y cómo se comportan estas personas. También son influenciados por los medios de comunicación – la radio, los periódicos, la televisión – también por los libros, las revistas, las tiras cómicas y las películas. Ven la violencia todos los días en la televisión, en las noticias, en las películas, incluso en casa y pueden representar esta violencia en su vida diaria cuando juegan. Es en esta violencia observada cuando la imitación tiene lugar y el interés por los juguetes de carácter bélico entra en escena.
El sexismo en los juguetes
Otro de los aspectos evidentes que se puede apreciar en las fotografías de este artículo es qué tan clara es la división de la tipología de juguetes entre niñas y niños. Los coches y armas casi sólo están presentes en los niños varones, mientras que las muñecas sólo están en posesión de las niñas. En otra explicación ya apuntábamos como una reciente investigación descubrió que al contrario de lo que se cree, el factor más determinante para el comportamiento de las niñas no es el ejemplo que ofrece su madre, sino el de su padre. Las hijas de padres no sexistas no respondían a los tópicos de género en sus actitudes: en vez de jugar con muñecas o preferir siempre el color rosa, estas niñas presentaban intereses más amplios, que coincidían en muchas ocasiones con las preferencias de los niños.
Las investigadoras profundizaron en su estudio y descubrieron que la amplitud de los intereses es uno de los condicionantes de la elección del futuro profesional: “jugar con muñecas en vez de jugar a ser mecánico, puede condicionar el futuro interés por las carreras más científicas”, explicaban. De hecho en la adolescencia estas tendencias se marcaban más, reflejando menos implicación de las mujeres en materias como matemáticas o informática.
Trabajando para Toy Stories, Galimberti dice que también ha aprendido mucho de cómo los padres crían a sus hijos. Los padres de Oriente Medio y Asia acompañaron a sus hijos a ser fotografiados, incluso si al inicio estaban nerviosos o asustadizos, mientras que los padres de países latinoamericanos se comportaron de una manera relajada, y le dijeron que podría hacer lo que quisiera, siempre y cuando no perjudicara al niño.
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