Presentamos un trabajo de Antonio Aguilera (Departamento de Psicología de la Universidad de Sevilla) para la revista Comunidades de Aprendizaje. ESCUELA. Su título completo es "LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA MUESTRA QUE LO IRRACIONAL ES LA INSOLIDARIDAD". En un blog cuya filosofía parte de que la naturaleza de la persona y de la educación es solidaria nos alegran muchísimo estos trabajos. Esperamos que además nos abran perspectivas de investigación y acción aún por descubrir.
¿MEJORAR
EL RENDIMIENTO O EDUCAR EN LA SOLIDARIDAD?
En no pocos centros educativos hay una
preocupación sincera por mejorar el rendimiento de los estudiantes y al mismo
tiempo educar en unos valores ético-morales que se consideran necesarios para
la formación integral de la persona. Pero no es menos cierto que, a veces, se
viven ambos objetivos como incompatibles y se desarrollan prácticas educativas
para alcanzar cada uno de ellos que, como las líneas paralelas, por mucho que
se prolonguen nunca se encuentran.
Así, es frecuente que las propuestas que se
hacen para incrementar el rendimiento escolar se sigan fundamentando en una
concepción constructivista del aprendizaje y se concreten en medidas que, a
pesar de que se afirme que responden a un modelo de escuela inclusiva, son
medidas segregadoras. Tal es el caso de la separación temprana en itinerarios
educativos diferenciados, los agrupamientos homogéneos o los llamados “grupos
flexibles”, las adaptaciones curriculares que bajo la justificación de la
atención a la diversidad consolidan las desigualdades educativas (INCLUD-ED,
2011); medidas inadecuadas a las que se suman otras insuficientes como las
aulas matinales, comedores escolares, transporte escolar, entre otras, que no
van dirigidas al núcleo del fracaso escolar. Por otra parte, en esos mismos
centros se desarrollan actividades dirigidas a la educación en valores que se
concretan en la celebración de determinadas efemérides como el Día Escolar de
la Paz y No Violencia, en celebraciones propias del centro como Jornadas
Multiculturales o en campañas diversas.
Como consecuencia, la comunidad educativa
vive una especie de “Síndrome de Penélope” por el que lo que teje durante las
celebraciones “solidarias” lo desteje en el día a día basado en actuaciones
segregadoras. Y, lo que es peor, ni se mejoran los resultados académicos con
medidas como las señaladas ni se consigue una educación en valores con
actuaciones puntuales y descontextualizadas como las referidas. Así, parece
asumirse que o se establecen unas estructuras de aprendizaje individualistas o
competitivas que garanticen el éxito escolar a algunos o se establecen
estructuras cooperativas que forman en valores aunque sea a costa de
desarrollar un “currículum de la felicidad” que consolide las desigualdad de
resultados.
MEJORAR
LOS RESULTADOS EXIGE SOLIDARIDAD Y VICEVERSA.
Sin embargo, éste es un falso dilema. Así
lo ponen de manifiesto las prácticas educativas de mayor éxito en el logro de
resultados escolares y mejora de la convivencia en los centros y las teorías
más relevantes en el ámbito de las ciencias sociales, aportaciones que
responden a una concepción comunicativa de la sociedad que destaca el papel de
las interacciones y que, en el ámbito del aprendizaje están proponiendo una
concepción dialógica del mismo: el aprendizaje dialógico (Flecha, 1997; Aubert,
Flecha, García, Flecha y Racionero, 2008), uno de cuyos principios en los que
se fundamenta, y estrechamente articulado con los demás y no como mera
yuxtaposición, es el de la solidaridad.
Por una parte, tienen un fuerte componente
solidario las prácticas educativas de éxito en la superación de las
desigualdades que se fundamentan en esta concepción dialógica del aprendizaje
como son las aulas inclusivas, los grupos interactivos, la participación y
formación de familiares, la gestión del centro a partir de comisiones mixtas de
trabajo, la implicación como voluntariado de otros miembros de la comunidad, el
fomento de las interacciones tanto dentro como fuera del aula, etc. (INCLUD-ED,
2011; Puigvert y Santacruz, 2006). Por otro, las teorías más relevantes y los
autores más citados de las ciencias sociales también destacan las relaciones de
solidaridad como un componente esencial del desarrollo y del aprendizaje
humano. Así, desde la sociología, Habermas (2003) nos dice que la subjetividad
procede de la intersubjetividad que se crea en las interacciones sociales,
siendo el resultado del proceso de interiorización de las relaciones mantenidas
con otros. Desde la pedagogía, Freire (1997) afirma que la relación dialógica es
indispensable al conocimiento y que la naturaleza social del proceso de conocer
hace de la dialogicidad un elemento esencial. Por su parte Vygotsky (1989),
desde la psicología, nos dice que en el desarrollo de los procesos psicológicos
superiores, éstos aparecen primero en el plano social, en las relaciones con
otros, y después en el plano intraindividual.
La conclusión es, pues, que perseguir la
excelencia educativa y formar en valores solidarios no solo son objetivos
compatibles sino que se necesitan mutuamente.
LO ANTICIENTÍFICO ES SER INSOLIDARIO
Traduciendo las aportaciones anteriores a
un lenguaje sociopolítico, lo que los autores citados nos están diciendo es que
somos lo que somos gracias a los demás, que somos hijos de la solidaridad, y
que científicamente se puede afirmar que ser solidarios es lo racional. Así, la
solidaridad y la superación de las desigualdades no es sólo un imperativo moral
(que lo es) sino que también es lo racional, lo científico, y que lo irracional y anticientífico es la
insolidaridad.
Si, como nos recuerda Freire (1997), un
rasgo de la naturaleza del ser humano es que está hecho para la solidaridad
(ser dialógico), no es de extrañar que la investigación científica que indaga
en dicha naturaleza ponga de manifiesto que son las prácticas sociales y educativas
igualitarias y solidarias, las que mejor promuevan el desarrollo y el
aprendizaje del ser humano. De igual manera sólo una economía, una política, un
urbanismo, una sanidad (y así podríamos continuar citando otras ramas del
saber) que pongan en el centro de su reflexión y de su praxis a la persona
puede aportar soluciones viables a los problemas humanos en sus respectivos
ámbitos.
En esta corriente se sitúan Comunidades de
Aprendizaje, que entroncan con las
teorías sociales y educativas más relevantes, al mismo tiempo que se insertan
en la tradición de los movimientos sociales solidarios que han puesto su máximo
empeño en la promoción de personas que se hagan responsables del mundo y del
tiempo que les ha tocado vivir, superando la reacción relativista y postmoderna
al desencanto de la primera modernidad y proponiendo nuevas metas que
entusiasmen a quienes no nos conformamos con aceptar resignadamente un mundo en
el que crecen las desigualdades.
BIBLIOGRAFÍA
Aubert, A,; Flecha, A.; García, C.; Flecha, R. y
Racionero, S. (2008). Aprendizaje Dialógico en la Sociedad de la
Información. Barcelona: Hipatia.
Flecha, R. (1997). Compartiendo Palabras. Barcelona: Paidós
Freire, P. (1997). A la sombra de este
árbol. Esplugues de Llobregat (Barcelona): El Roure.
Habermas, J. (2003). Teoría de la Acción
Comunicativa. Vol. I y II. Madrid: Taurus
INCLUD-ED Consortium (2011). Actuaciones de
éxito en las escuelas europeas. Colección Estudios CREADE. Madrid: Secretaría
de Estado de Educación y Formación Profesional del Ministerio de Educación.
Puigvert, L. y Santacruz, I. (2006). La
transformación de los centros educativos en comunidades de aprendizaje. Calidad
para todas y todos. Revista de Educación,
339, 169-176).
Vygotski, L.S. (1989). El desarrollo de los procesos psicológicos
superiores. Barcelona: Crítica.
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