miércoles, 20 de noviembre de 2013

Mucho facebook ¿poca concentración?

comprension
La obsesión por consultar las redes sociales y WhatsApp hace aflorar un nuevo fenómeno: la atención parcial continua Los jóvenes siguen leyendo, en pantalla y papel, pero les cuesta más ver cine, por ejemplo.
Los menores leen mucho, pero han cambiado el soporte y lo hacen diferente Un experto: “La lectura profunda se ha convertido en un esfuerzo” La escuela debe trabajar también en la escritura y lectura digitales Pasar mucho rato ante la pantalla resta capacidad de concentración.
 Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp, consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en redes sociales).

Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales.

 Algunos autores han alertado sobre los efectos que estos procesos tienen en la mente. Lo hizo Nicholas Carr, quien decidió abandonar la vida ultrainformada y se mudó a las montañas de Colorado, donde no había telefonía móvil e Internet llegaba mal, con su obra Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Y también Manfred Spitzer, director de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm y del Centro de Transferencia de Conocimientos para las Neuronas y el Aprendizaje, con Demencia Digit@l. El primero resumía así los efectos de Internet en sí mismo: “Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo”. ¿Le está pasando eso a más gente? ¿Le cuesta zambullirse en un libro o ha dejado de hacerlo por comprobar sus mensajes en Facebook?

 Spitzer, por su parte, escribe lo siguiente en su libro (editado en español por Ediciones B): “La afirmación de que la competencia en las nuevas tecnologías tenga una correspondiente repercusión positiva no ha sido demostrada en absoluto por el momento. Es estúpido también que justamente la neurociencia sospeche antes bien lo contrario. Y es que algunos estudios demuestran que el cerebro crece justo allí donde se utiliza. Y el enunciado al revés es también válido. Si no se utiliza el cerebro, entonces se atrofia”. A Spitzer le preocupa cómo afecta el aumento de la tecnología en el cerebro de los niños. Su opinión es que tener más acceso a estas pantallas no les viene bien: “La utilización de ordenadores en edades muy tempranas en la guardería puede motivar trastornos de la atención, y a una edad posterior, todavía en edad preescolar, puede conducir a trastornos de la lectura”.

 Desde la Federación de Editores de España, sin embargo, no creen que los menores lean menos. “Frente al tópico generalizado, es el sector más lector”, dice Antonio María Ávila, secretario de la federación, cuyo Anuario 2012 concluye que el 84,6% de los menores lee en su tiempo libre. “Y es lógico, están escolarizados al 100%. Pero hay dos tipos de lectura, una práctica y otra más reposada. Lo que sucede al leer digitalmente, a través de una tableta o del ordenador, es que uno siente más la necesidad de comentar lo que lee con todo el que pueda”.

 Eva Martín, madrileña de 13 años, está de acuerdo con Ávila. Ella juega a Minecraft en el ordenador, usa “mucho” Facebook y Twitter, pero también lee casi todas las noches un libro en la cama. “Tengo tiempo para leer y para comunicarme por WhatsApp. Son cosas distintas. Me gusta hundirme en la lectura. Ahora estoy leyendo Las lágrimas de Shiva, que es misteriosa e interesante. Me lo han pedido en el colegio. Y he escrito un cuento de 28 páginas de un niño que encuentra un anillo mágico, que es la puerta a una casa muy extraña”.

 ¿Se nota el cambio en los institutos? Según Amparo Torralbo, profesora de Lengua y Literatura en el IES Joaquín Araujo, de Fuenlabrada, se nota el cambio en su manera de escribir. “Me acuerdo de la primera vez que vi ‘catalán’ escrito con k. ¡Hay que ser burro!, pensé. Vemos errores gordísimos que pueden deberse a las nuevas tecnologías y veo que afecta a los chicos, a su expresión, porque te plantan una abreviatura enseguida”. En cambio, mantienen el nivel de lectura, afirma esta profesora. “Leen lo mismo que antes, pero de otra manera, se lo descargan en vez de comprar el libro físicamente. Cambian el soporte. Pero que lean o no depende más de sus gustos e intereses. Aunque muchos tienen una dependencia total del móvil”. Torralbo tiene un hijo adolescente al que le encanta jugar con la videoconsola y, como muchos padres, le ha puesto límites: solo puede usarla el fin de semana.

 Adriana Díaz, cacereña de 24 años, lee directamente desde su móvil. “Se ve peor que en papel, pero… Es una novela ligera tipo Cincuenta sombras de Grey que me recomendaron”. Díaz aporta otra pista: confiesa que le cuesta ver una película entera. “Es que son dos horas, se me hace difícil mantener la atención… Una serie se me pasa más rápido. Creo que hemos perdido la capacidad de concentrarnos. Todo se ha vuelto más rápido, más en pequeñas píldoras”.

 José Antonio Luengo, psicólogo educativo, imparte clases de Técnicas de Comunicación en Educación en la Camilo José Cela y dice que, aunque la creencia generalizada es que vamos a peor, él no lo cree. “Es cierto que nuestros chicos pasan mucho tiempo enganchados a las pantallas y a las tabletas. Básicamente están desarrollando procedimientos de comunicación diferentes a los ordinarios, pero que también son importantes. Lo importante, lo que debemos estudiar, es si en la escuela se introduce y se trabaja de forma eficaz la interpretación de textos y la escritura en formato digital. Es importante que sigan manejando el libro en papel y de esto depende que en educación primaria lean textos y hagan resúmenes. Eso se hace y se va a seguir haciendo en la escuela”.
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 No hay que mirar hacia otro lado porque los adolescentes viven en la era digital y se comunican con todo el mundo, opina Luengo. El experto cree que las escuelas tienen un reto, que es enseñarles habilidades para la lectura digital. “El profesor tiene que saber que hay una serie de habilidades que él puede aprender. Esa es una asignatura que tiene el docente también para la que no estamos suficientemente formados”. A pesar de todo, Luengo cree que el cambio no está afectando a la capacidad de lectura de los más jóvenes. “Sí están leyendo, aunque sea en el Facebook, están adquiriendo las claves de la lectura. Yo creo que nuestros chicos cuando elaboran un texto o hacen un comentario están poniendo negro sobre blanco sus ideas. Lo que sucede es que en la lectura en pantalla, la lectura profunda es incompleta. El problema es que pasamos demasiado tiempo en ese tipo de lectura y dedicamos menos a la más sosegada.

Extracto. Fuente: El País

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