jueves, 21 de enero de 2016

EL TALENTO EXPLICADO DESDE LA PERSPECTIVA DE LAS EMPRESAS.

El mundo empresarial va muchas veces por delante del mundo educativo. ¿Hay algo más importante en la etapa educativa obligatoria que descubrir las potencialidades y las aptitudes que nos hacen únicos e irrepetibles en el servicio que estamos llamados a hacer a la sociedad, a los demás?. Y es que si no encontramos el sentido que puede tener nuestro trabajo y nuestra profesión, se malogra una vida. Y también la sociedad se pierde algo muy importante. Y eso lo saben las buenas empresas. Y también lo saben usar para que el éxito revierta en su propio beneficio... y no en el de la sociedad. ¿Aprenderemos?

No todos nosotros tenemos la fortuna de que alguien nos diga a las claras que vamos por buen camino en la profesión que hemos elegido para ganarnos la vida.
Entre esos privilegiados están los empleados de aquellas empresas, por lo general grandes, que cuentan con programas de gestión de talento entre sus políticas de recursos humanos. Trasladado al mundo empresarial, el talento se suele entender como “la capacidad de un profesional para producir resultados positivos o destacados de una forma sostenida en el tiempo”, explica Alberto Blanco, director general de Grupo Actual. Un concepto que, añade, con frecuencia se utiliza erróneamente. ”Muchas veces cuando se habla de talento en realidad se está queriendo decir ‘potencial’, que es la presunción de que un profesional puede llegar a producir resultados en el futuro. Pero para que haya talento debe haber contribución. Rafa Nadal tiene talento porque gana, pero cuando tenía 10 años y comenzaba a destacar en el tenis lo que tenía era mucho potencial”.

La facultad para lograr esos resultados que definen el talento depende, en opinión de Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, de tres factores: capacidad, compromiso y acción. En otras palabras, “sea lo que sea lo que hagas en tu trabajo, hay que tener los conocimientos y habilidades necesarias para hacerlo, hay que querer hacerlo y hay que hacerlo en el tiempo en el que tiene que hacerse”, comenta. Para esta experta, una pregunta clave sería: ¿te gusta lo que haces? “Es muy difícil convertir algo que no te gusta en talento. Lo convertirás en trabajo, pero el talento tiene que ver con conseguir resultados extraordinarios, y eso está vinculado a la pasión”, afirma.

LA PRÁCTICA HACE AL MONJE

Una creencia extendida cuando se habla coloquialmente de talento es concebirlo como un don, como algo inmutable que una persona o bien tiene de partida o no tendrá nunca. María Luna Chao, profesora de Psicología de la Educación de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA), entiende, por el contrario, el talento como “un concepto multidimensional que evoluciona a lo largo del tiempo y muy ligado a la motivación de la persona”. Según esta visión, alguien con talento para las ciencias tendría unas ciertas habilidades para destacar en ese campo, pero posiblemente también un alto compromiso hacia el trabajo y el desempeño creativo en ese tipo de actividad. “Nuestra capacidades se desarrollan a través de la práctica. Cuando atribuimos un talento a alguien a menudo olvidamos el gran número de horas que ha dedicado a perfeccionar esa destreza”, señala esta docente.
La escritura creativa es un terreno con frecuencia vinculado al hecho de si quien la practica es poseedor o no de eso que llaman talento. Sin embargo, para Isabel Cañelles, directora de la editorial y escuela de narrativa Relee, el talento llega con el trabajo. “Para aprender a escribir hay que escribir. Si tienes cierta facilidad para ello, mejor, pero eso no te librará de años de práctica si quieres llegar a dominar el oficio”. Esta formadora de escritores opina que la preocupación por el talento es una cuestión, sobre todo, de principiantes. “Llegan con mucha ilusión, pero también con muchas fantasías y fantasmas acerca de lo que es la literatura y el trabajo de escritor. Más tarde, cuando superan esta fase, están tan concentrados en construir sus historias que ya no tienen tiempo para pensar en el talento.”
Pero el talento, advierte Javier Rodrigo, Director de Ray Human Capital, no es algo que pueda detectarse uno mismo con facilidad. Se necesita ayuda. “Los jóvenes suelen tienen un menor autoconocimiento de sus capacidades. A medida que interaccionan con el mercado laboral y van confrontando sus expectativas con el feedback que reciben de sus jefes sobre su desempeño se produce un auto descubrimiento, pero siempre apoyado en la observación de otros”.
Las empresas otorgan cada vez más importancia al talento de sus empleados y destinan una enorme batería de recursos y herramientas a identificarlo, atraerlo y desarrollarlo. Un ejemplo de estos esfuerzos es el programa “As Talent” de Deloitte. Dirigido a personas que llevan cinco años dentro de la compañía, este plan mide en los participantes nueve competencias que podrían ser de utilidad en una eventual promoción o cambio de rol y propone un plan individualizado para desarrollarlas. “Nosotros no fabricamos ni coches ni lavadoras, somos una empresa de personas. Lo que nosotros vendemos es el conocimiento de nuestros profesionales. Si no les formamos ni ayudamos a su crecimiento nos quedaremos estancados”, comenta Luis López, responsable de Recursos Humanos de la firma.
Deloitte puede ser un buen ejemplo de cómo una organización intenta promover el desarrollo de sus empleados en todos los momentos importantes de su carrera. Pero no siempre ocurre así. Algunos escépticos piensan que, en general, con el talento las empresas cuentan una verdad a medias, porque aunque se quiera presentar como una cuestión universal, la realidad es que los planes avanzados de desarrollo son caros, requieren un compromiso por ambas partes y, en consecuencia, sólo se aplican a un pequeño porcentaje de la plantilla, los llamados puestos de alto potencial. “Cuando entras en una empresa te hacen muchas promesas sobre impulsar tu carrera y tu desarrollo, pero lo cierto es que muchas veces mientras consigas resultados no te van a mover de dónde estás. El profesional se siente frustrado y desencantado y se acaba marchando”, denuncia el orientador de carreras profesionales Guillem Recasens, director de Recasens & Ros.

Menos burocracia

Alberto Blanco, sostiene que parte de esa rotación podría evitarse si las empresas evolucionaran sus sistemas de evaluación hacia modelos menos burocratizados y más dinámicos. “Muchas organizaciones siguen midiendo el talento a través de evaluaciones de desempeño anuales o semestrales en las que te sientas con tu jefe a analizar lo que has hecho bien, lo que has hecho mal y cómo podrías mejorar. Se ponen unos objetivos acordes con los de la compañía y hasta el año siguiente. Pero ese modelo es un fracaso. Las personas, especialmente los jóvenes, no pueden esperar un año para saber en qué punto está su carrera”.
¿La solución? El director general de Grupo Actual aboga por articular “un sistema de evaluación lo más continuo posible a partir de la observación de los jefes directos, de manera que sean estos quienes dispongan de herramientas para medir de un modo objetivo a sus equipos en cualquier momento”. Susana Sagi-Vela, responsable de Talento de Deloitte, añade que la responsabilidad en la gestión del talento debe empezar por uno mismo. “Yo no puedo permanecer reactivo esperando a que venga la empresa a desarrollarme. Debo provocar ese desarrollo, tener un rol protagonista en mi crecimiento como profesional y como persona”.

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