martes, 16 de agosto de 2016

Stanford, la élite universitaria, vista por estudiantes españoles.


"Aquí no se trata de memorizar, sino de resolver problemas", dice una alumna
Cuentan que el arquitecto que hizo la torre más representativa de la Universidad de Stanford se inspiró en Salamanca. Algo hay en el campus californiano que recuerda a la ciudad española, desde sus pesados muros de piedra dorada hasta su necesidad de trascender en el tiempo. Stanford celebra el próximo octubre su 125º aniversario. La Universidad de Salamanca es seis veces más antigua, pero una y otra comparten la misma obsesión por la excelencia.

¿Por qué Stanford funciona tan bien?¿Qué cosas podrían copiar de ella las universidades españolas, tan necesitadas de subir unos cuantos peldaños en los ránkings internacionales? El campus situado en el corazón de Silicon Valley suele aparecer en estas clasificaciones como el segundo o el tercero mejor del mundo, siempre por detrás de Harvard. Pero la revista Forbesacaba de elegir este año a Stanford como el college número uno de EEUU. ¿Por qué?

El profesor de Stanford Eric A. Hanushek, pionero de la economía de la educación y especialista en evaluar la calidad educativa de los distintos países, explica a EL MUNDO que, «en un contexto donde todas las universidades estadounidenses compiten muy activamente por ser las mejores», la suya «se ha dado cuenta de que, si no se centra todo el rato en la calidad, se quedará atrás».

«Stanford tiene un modelo muy sencillo: contrata a buenos profesores yrecompensa a los que hacen bien su trabajo. Esta calidad del profesorado atrae a muchos estudiantes, lo que permite seleccionar a los mejores. Como hay tan alto nivel en la docencia y en el alumnado, puede atraer muchos fondos para investigar y promover el talento, proporcionando todo tipo de recursos para mantener y mejorar la calidad».

Oriol Tintoré, en una calle de Palo Alto, junto a Stanford. O. R. S.

¿Es posible hacer algo así en España? «Las universidades españolas pueden construir sobre estas ideas concentrándose en los profesores y en los investigadores de calidad y recompensando a los mejores», responde Hanushek.

Pero Harvard también tiene buenos profesores...

«A mí me admitieron en Harvard, pero preferí venir aquí porque es donde están las nuevas tecnologías», explica en una cafetería de Palo Alto, junto al campus de Stanford, el ingeniero aeronáutico barcelonés Oriol Tintoré.

«Stanford alimenta a Silicon Valley y Silicon Valley alimenta a Stanford. El alumno puede ir a clase y, al mismo tiempo, entrevistarse con inversores.Esto no se puede comparar con nada», prosigue, mientras remueve su viennese latte, este joven de 27 años que ya es director financiero de una startup que fabrica pequeños satélites que toman imágenes con radar. Acaba de terminar su primer año de un MBA que cursa en Stanford gracias a una beca de la Obra Social la Caixa. «Si no me hubieran dado la beca, habría venido igual, pidiendo un préstamo. Nadie se plantea que la inversión no sea rentable», dice.

Una anualidad en Stanford cuesta 64.477 dólares, según Forbes. La cifra se duplica al sumar el alquiler y los gastos cotidianos. El ingeniero de Telecomunicaciones madrileño Félix González, de 32 años, paga 1.500 dólares mensuales por una casa compartida para cuatro personas en Palo Alto. «Si la Fundación Rafael del Pino no me hubiera becado, no habría podido ir a Stanford. Esto es carísimo, pero vale la pena porque creo que, si me va mal, estar en la red de Stanford me va a permitir acceder a un empleo más rápidamente. Todo el mundo conoce la marca y eso te abre las puertas. Además, los antiguos alumnos se ayudan entre ellos».

Félix González cursa un MBA y, a la vez, trabaja como consejero delegado deJuntoSalimos, una red de emprendedores que ha montado con su hermano, que viene de Google. También es el presidente de la Asociación Iberia, que reúne al medio centenar de alumnos españoles -la mayoría, investigadores postdoctorales y estudiantes de máster- que estudian en Stanford.

«La formación de los ingenieros españoles es buenísima. Estamos muy bien preparados. Pero el reto de España es fortalecer los vínculos con las empresas y fomentar más el emprendimiento. El talento es muy bueno y más asequible que en Silicon Valley, y la calidad de vida es espectacular.Yo creo que lo que nos falta es creérnoslo».

De la misma opinión es la donostiarra Idoia Ochoa, que vino a Stanford en 2010 a hacer un máster y un doctorado en Ingenería Eléctrica. La Caixa pagó los gastos. Se gradúa en septiembre y en enero empezará a trabajar como profesora adjunta en la Universidad de Illinois. Dará clases y tendrá su propio grupo de investigación.Idoia Ochoa, con su hija, en su graduación. I. O.

«En el futuro me gustaría volver a España como profesora, pero parece que el temano está muy bien. Lo normal es quedarte en el sitio en el que has hecho el doctorado, lo que hace más difícil a gente de fuera obtener una plaza. En EEUU, primero tienes que irte fuera, porque se considera que tu investigación va a ser similar a la del profesor con el que has hecho el doctorado y que, por tanto, no aportas tanto».

¿Más diferencias con España? «La forma de dar clases: aquí no se trata de memorizar la materia, sino de entenderla y saber aplicarla para resolver problemas nuevos. Como máximo tenemos tres asignaturas por cuatrimestre, así que, en total, son unas ocho horas a la semana de clase. El resto del tiempo lo pasas haciendo tareas y trabajando en grupo. Por eso, cuando llega el examen no tienes casi que estudiar. Hay incluso asignaturas en las que el examen lo haces en casa, con todo el material que quieras».

«Aquí se apuesta por la creatividad», recalca Joan Ramon Resina, director del Programa de Estudios Hispánicos en Stanford, donde lleva dando clases 10 años. «Esto implica una gran flexibilidad en las estructuras de la universidad y en los programas de estudios. Además, la ratio estudiantes/profesor es muy inferior a la tolerada en las universidades españolas: son habituales las clases de 10 o 12 alumnos, e incluso se llegan a dar los cursos en los que hay un solo alumno matriculado».

«Los departamentos se autogestionan en todo lo referente a la función académica. Hay poca burocracia y se incentiva el rendimiento del profesorado, mientras que elsistema español de funcionariado tiende a desincentivar el rendimiento y la voluntad de autosuperación. Por lo mismo la competitividad entre los centros es escasa», añade Resina, que opina que el grado de satisfacción de sus estudiantes es «notablemente superior a los de Harvard».

Antonio Dávila, profesor del IESE y de Stanford, apunta más diferencias: «Por un lado está la actitud de los alumnos. En Stanford, profesores y alumnos están pensando todos en crear, ya sea generar riqueza a través de startups, ya sea mejorar la vida de las personas en proyectos sin ánimo de lucro.En España, el ambiente es más reivindicativo. La gente piensa en por qué no tengo esto o aquello, en que yo tengo derecho a esto... Es un ambiente más distributivo, sin pensar mucho en crear».

Coincide con Hanushek en que lo más importante son los docentes. «En Stanford los profesores son el eje central de la universidad, no sólo formalmente, sino porreconocimiento y respeto».

Artículo elaborado por: 
OLGA R. SANMARTÍN
Enviada especial
Stanford (EEUU)
El Mundo

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