jueves, 15 de septiembre de 2016

Entrevista a Xavier Gimeno: “Hay que acompañar a los niños, pero también a las familias”



Xavier Gimeno

Doctor en pedagogía y profesor titular de pedagogía aplicada en la UAB. Nos habla de la importancia de los primeros años de la vida del niño, incluyendo la etapa prenatal. También del papel de los centros educativos infantiles y las familias.

¿Por qué son tan importantes los primeros años de vida?
Por razones diversas. A veces, los educadores y educadoras nos centramos solo en la visión pedagógica de los primeros años, pero hay otras caras de la vida que deberíamos conocer y atender para comprender las razones que hacen que una persona acabe siendo quien es.

¿Por ejemplo?
Yo creo que hay una primera vertiente que tiene que ver con el ámbito biológico, con el lado más reptil del ser humano. La neurociencia nos explica cómo se configura nuestra estructura neuronal, nuestro cerebro, nuestros circuitos emocionales. Pero en este apartado no solo tiene que ver lo que vive el individuo en sus primeros años, sino también todo lo relativo al deseo de la familia por tenerlo, a la etapa prenatal.

¿Cómo puede influir la etapa prenatal?
Todo el tiempo en que nuestra familia ha estado pendiente de tenernos entre ellos influye. La forma en que la madre siente al niño o niña en su interior, la manera en que hacen partícipes a los que les rodean. Durante todo este tiempo creamos un imaginario sobre la vida que nos espera con nuestro pequeño. Y cuando el nuevo miembro llega, generalmente, esta ficción, este imaginario se desmonta, porque la realidad es diferente de cualquier ficción. Esto nos lleva a hablar del ámbito psicosocial en el que crecerá el nuevo miembro, y que también afectará a su formación como persona.

¿En qué sentido?
Durante los primeros años de vida es importante el acompañamiento de los niños, pero también el de las madres y los padres. Porque las decisiones que toman las madres y los padres en estos primeros momentos, por absurdas o insignificantes que nos parezcan, también repercutirán en la visión pedagógica que se le trasladará al pequeño o pequeña.

¿Solo influye en esta etapa la interacción con los padres?
La relación entre padres, madres e hijos e hijas es básica. Aquí se asentarán las bases de la futura educación. Pero son tan importantes las relaciones que recibe como las que no recibe, todo el entorno familiar participa de forma activa o pasiva en la crianza. La base familiar, entendiendo la familia extensa, hay que tenerla presente porque es muy importante. A veces, algo que nos puede parecer trivial, como es el idioma en el que le hablamos a nuestro hijo, puede jugar un papel clave en su desarrollo. Todo influye en la estructura neuronal, cultural, social y educativa del pequeño.

Antaño las relaciones sociales se hacían extensivas a familia, vecinos, amigos. ¿Ahora ya no es así?
No se puede generalizar, esto va por barrios, literalmente. No es lo mismo criarse en el barrio del Carmelo de Barcelona que hacerlo en el barrio de Sarrià, como tampoco lo es si creces en un pueblo pequeño o en un barrio periférico de una gran ciudad.

¿Pero podemos considerar que tenemos un fuerte sentido de comunidad?
Hay comunidades que mantienen fuertes lazos de socialización dentro de las ciudades y pueblos, como pueden ser los gitanos y gitanas, o determinadas comunidades de inmigrantes de otros países y continentes. Sea como sea, no es una realidad homogénea. Pero creo que podemos detectar una tendencia creciente para recuperar el sentido “vecinal”.

¿En qué lo detecta?
A raíz de los movimientos sociales recientes que han cuestionado la organización social, se ha logrado que determinados colectivos promuevan entre ellos ese sentido de comunidad, de cooperación local.

¿Y esto tiene traducción en el campo educativo?
Sí, por supuesto. Cada vez proliferan más espacios de autoorganización familiar, escuelas libres, talleres, espacios donde compartir experiencias e inquietudes. También han reaparecido movimientos educativos que prodigan el respeto a las necesidades y los ritmos de los pequeños. Una vida más lenta, más cerca de la naturaleza y más comunal. Todo esto aparece a raíz de la necesidad de recuperar los espacios comunes.

¿El movimiento de crianza respetuosa es un ejemplo?
Sí, por ejemplo. Aunque a mí, más que crianza respetuosa, la que me parece más interesante es la crianza responsiva. A pesar de tener un nombre feo, es la crianza que promueve la escucha activa de las necesidades de los pequeños, no de sus demandas. A veces tenemos la tendencia a pensar que el respeto en la crianza es permitir al niño que haga lo que quiera, cuando quiera, donde quiera. De esta forma estamos respondiendo a sus demandas, no atendiendo sus necesidades.

¿En qué se diferencia de la crianza tradicional?
Yo no creo que tengamos un modelo de crianza tradicional uniforme, no es homogéneo. Igual que tampoco lo han sido las tendencias dentro de la pediatría, y a cada generación le ha tocado vivir la moda de las leches en polvo, las leches enriquecidas, la lactancia maternal controlada, a demanda, etc.

¿Como definiría crianza responsiva?
Es aquella crianza que se ocupa, no se preocupa, de estar en sintonía con las necesidades del niño o niña y las atiende. Es diferente de estar subyugado a lo que el niño quiere en cada momento. Responde al interés superior del niño garantizando sus derechos y optimizando su desarrollo y bienestar. Esto no es algo nuevo, ya lo defendía Winnicott en sus estudios.

¿Y qué revelan esos estudios?
Winnicott dice que una madre buena (y por extensión un padre bueno) atiende las demandas de sus hijos, y que una madre suficientemente buena atiende a sus necesidades. Los estudios posteriores de seguimiento de estos procesos revelan que los hijos de madres buenas suelen tener dificultades de socialización, de gestión de la frustración, y muy a menudo se convierten en pequeños tiranos. Por contra, los hijos de madres suficientemente buenas son personas sociables, felices, contextualizados.

¿Qué papel juegan las escuelas de atención temprana en la educación de los pequeños?
Son espacios de aprendizaje ricos, socializadores, donde los pequeños entran en contacto con elementos diferentes de los que tienen en sus casa. Con adultos que no son de su familia, por ejemplo. Son un recurso que los padres y las madres deberían tener derecho a utilizar, pero la realidad es muy distinta, y no todas las familias tienen acceso por falta de plazas ni la legislación laboral vigente favorece la conciliación.

¿Cuáles son, desde su punto de vista, las características clave para una escuela de atención en la primera infancia?
Para empezar, como todos los centros educativos, debe tener un proyecto, un buen proyecto educativo. Que haya sido diseñado, explicitado y estructurado por el equipo de profesionales que trabajan en ella. Muchos de los centros educativos actuales, en general, se rigen por lo que se dicta en otras esferas, técnicos que viven demasiado lejos de la realidad de las estancias y centros.

¿Qué más deberían tener los centros que atienden a los más pequeños?
Por supuesto, un equipo de profesionales bien formado, con una buena formación inicial de base y una formación continua obligatoria, con una supervisión de los procesos que se desarrollan. Esto también es clave.

¿Algo más?
Sí, para mí las tres patas que sustentan la educación infantil de calidad son el proyecto, el equipo y la relación con la familia. Este último tiene más que ver con la vinculación de las familias con los centros. Cuando voy a una escuela en lo que primero me fijo es en si los padres se sienten cómodos en las estancias, si entran y salen con naturalidad. Cuando detectas que las familias no están cómodas dentro del centro de los hijos, es que algo no funciona. Padres y madres deben comprender qué hacen sus hijos en la escuela y encontrar el sentido de todo aquello que hacen tanto los adultos como los pequeños.

Actualmente está precisamente inmerso en un proyecto para dotar de herramientas de comunicación a los adultos. ¿En qué consiste?
Hace varios años editamos las Cartas para Niños y Jóvenes, un material psicopedagógico muy útil para que los más pequeños puedan expresar lo que sienten. Nos dimos cuenta que estas cartas se empezaban a utilizar también en sesiones con adultos y quisimos editar un juego pensado para ellos, con una imagen gráfica propia.

¿Cómo pueden ayudar las Cartas para Adultos que viven en familia?
Las cartas facilitan la expresión de sentimientos, de emociones, la comunicación de pensamientos o sensaciones, la reflexión sobre comportamientos y actitudes que de otra manera puede ser más difícil verbalizar. Están fundamentadas en los principios de Libertad Emocional de Ferrán Salmurri y hemos intentado que todos los colectivos se sientan representados en ellas.


Por Tiching
02/06/2016

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