Un niño nos contaba en Malí "Nos adiestraban para disparar apuntando al corazón o a los pies. Antes del combate, teníamos que comer arroz mezclado con un polvo blanco y una salsa con un polvo rojo. También nos ponían inyecciones. A mí me pusieron tres. Después de esas inyecciones y de comer el arroz mezclado con el polvo, me convertía en un vehículo de motor, podía hacer cualquier cosa por mis dueños. Veía a nuestros enemigos como si fueran perros y lo único que había en mi mente era disparar contra ellos.”
No siempre participan activamente en los combates, también se les asignan funciones de apoyo, como ser porteadores de soldados heridos, de munición, ser espías o mensajeros y, en el caso de las niñas, a veces son obligadas a servir de esclavas sexuales. Los actos de violencia de los que son testigos o que son forzados a cometer tienen consecuencias muy graves en el desarrollo de estos niños, en su salud física y mental, y puede mermar seriamente su capacidad de desarrollarse si no reciben el apoyo que necesitan.
En Malí, estos niños y niñas son reclutados por grupos armados. Tras abandonar estos grupos, algunos de tan sólo 13 años, están siendo recluidos en cárceles por las fuerzas malienses junto con adultos, y algunos afirman haber sido torturados.
“Me tuvieron 15 minutos colgado del techo y amenazaron con aplicarme descargas eléctricas –contó uno de ellos a Amnistía Internacional–. Amenazaron con matarme.”
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