Relato del día a día de un niño sin escolarizar que trabaja en plantaciones de cacao de Costa de Marfil
Moise, de 10 años, sostiene un machete durante su trabajo en los campos de cacao, cerca de Bodouakro, en el departamento de Daloa, en Costa de Marfil.
No ha sido una buena cosecha, no llueve, el arroz no ha crecido y la mandioca se ha echado a perder. Es difícil llegar a todas las raciones para la escuela de Bodouakro, en Costa de Marfil. Ni los panes ni los peces se reproducen en un plato. No. Pero algo de milagro tiene esto. Hoy comerán más de 200 niños. Por el ventanuco del comedor encuentro los ojos de Moise, de 10 años. Nos conocimos esta mañana. Entonces no sonreía. O sí, pero le puede la timidez y pega la barbilla al cuello. Lleva un machete tan largo como su brazo, que tiene varios cortes. Un machete que me transporta a la cocina de una casa del mal llamado primer mundo (¿primeros en qué? otro día debatimos) y a la escena de pánico cuando uno de nuestros niños agarra un cuchillo. Boom. De frente.