España también bate otro record en Europa: es el país de la zona euro con más paro juvenil. El paro juvenil oscila, según los distintos estudios, entre un 31 y un 35%. Tres de cada diez empleos destruidos en el último año son jóvenes menores de 25 años. Y las previsiones de que esto aumente parecen claras para los distintos analistas.
Hay bastantes estudios que relacionan los factores económicos para explicar estas tasas, pero muchos menos que integren el factor educativo o, mejor dicho, el factor “fracaso escolar” (es decir, fracaso de la escuela). En un primer momento del análisis, antes de que esta oleada de gente se hubiera ido al paro al desatarse la “crisis”, pesan aparentemente más entre sus causas las “debilidades” de nuestro sistema productivo. Parecía, en tiempos de bonanza, que no era más rentable estudiar que no estudiar porque ni se ganaba más dinero estudiando ni se estaba más protegido contra el paro. Con el desencadenante de la crisis y a medida que se ha disparado el paro, se observa que este lo ha hecho de forma vertiginosa entre los que tenían menos titulación, mientras que han resistido mejor el embate los que si que la tenían. Pocos estudios hacen falta para razonar, desde la experiencia, en las posibilidades que tienen de “integrarse” en un mercado tan salvajemente competitivo los que no poseen el recurso “estratégico” de esta economía postindustrial: los conocimientos y la capacidad de aprender y gestionarlos.
Lo realmente preocupante es que nuestro sistema educativo, con “ayuda” de todos los que le “utilizan” para fortalecer sus posiciones ideológicas y políticas interesadas, está entre las causas más claras de la reproducción del clasismo y la condena a la explotación y a la pobreza de millones de niños y jóvenes en nuestro país. Y a esto no hay derecho.
Revista Autogestión nº 80
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