‘En Sudán un niño puede costar unos 300 euros; la niña, 250; y la mujer, 200, porque la mujer allí es de menor calidad que el hombre. Los niños son vendidos para trabajar en los campos de los señores árabes o cuidando su ganado. Las niñas, para los harenes; y las mujeres al servicio de la casa de los hombres’ explica Antonio Aurelio Fernández, trinitario y director de la Fundación Prolibertas
Palizas por desobediencia, abusos sexuales, negación de su herencia cultural... son testimonios comunes de esclavos que han sido rescatados por congregaciones religiosas y otras organizaciones. Ponemos la mirada sobre Sudán, donde, durante más de 20 años, se ha comprado a personas por el precio de un teléfono móvil.
Palizas por desobediencia, abusos sexuales, negación de su herencia cultural... son testimonios comunes de esclavos que han sido rescatados por congregaciones religiosas y otras organizaciones. Ponemos la mirada sobre Sudán, donde, durante más de 20 años, se ha comprado a personas por el precio de un teléfono móvil.
Sudán lleva en guerra desde 1955, tras la independencia colonial británica; guerra que ha causado 2 millones de víctimas mortales y ha provocado el desplazamiento de 4,3 millones de personas. El norte de Sudán es de religión islámica y de raza árabe; y el sur, animista, con una pequeña parte cristiana, y de raza africana. El norte es un territorio pobre y sin agua. Y el sur es riquísimo, abundante en minerales y agua, además de ser una tierra rica en petróleo. La guerra se originó porque el norte quiso apoderarse de la tierra del sur.
La ciudad sudanesa de Rumbek, es una ciudad que ha sido bombardeada durante años dos veces al día: «Los aviones llegaban, lanzaban bombas y, después, entraban los militares a capturar lo que había quedado: hombres que se enfrentaban a ellos -y salían perdiendo, al carecer de armas-; y mujeres y niños que eran capturados como esclavos», explica el padre Antonio A. Fernández.
Son liberados comprándolos. «Nos encontrábamos con los mercenarios y comprábamos grupos enteros, sobre todo niños y niñas. Un niño puede costar unos 300 euros; la niña, 250; y la mujer, 200, porque la mujer allí es de menor calidad que el hombre. Los niños son vendidos para trabajar en los campos de los señores árabes o cuidando su ganado. Las niñas, para los harenes; y las mujeres al servicio de la casa de los hombres». En Europa, algunos teléfonos móviles cuestan más dinero.
Todavía quedan esclavos, los que fueron comprados antes del acuerdo de paz firmado en 2005, según el cual, el 9 de enero de 2011, tendrá lugar el referéndum para la separación del norte y el sur. «Nuestro trabajo es buscar cientos de niños que se compraron, e intentar rescatarlos. Si no pueden volver a casa, porque no existe, van a nuestros centros de acogida», señala el trinitario.
Hace más de 15 años que los trinitarios llegaron a Jartum, en el norte. Al mes de firmarse el acuerdo de paz, pudieron entrar en el sur, y allí construyeron los colegios y centros de acogida para los niños rescatados. Actualmente, cuentan con siete colegios y centros en el sur -uno con más de 1.500 niños-, y uno en el norte, con 166 niños y en proceso de ampliación: «Allí estudian, y aprenden a cultivar y cuidar del ganado»,
El proceso psicológico de los niños también es lento: «Muchos vienen con marcas en las muñecas, porque duermen sentados, apoyados en el tronco de un árbol, y con las manos atadas, para que no se escapen. Pero, cuando pasa el tiempo, los niños ya empiezan a tener otra mirada, otra presencia..., ya empiezan a sonreír», reconoce.
El padre recuerda que, para terminar con la esclavitud, es preciso que «las elecciones del 9 de enero se puedan realizar, aunque no sea sencillo, porque ya se están viendo militares del Gobierno por el sur, que intentan crear conflictos entre las partes. Si los organismos internacionales y las Naciones Unidas no intervienen, volverá la guerra y continuará la esclavitud».
La santa Josefina Bakhita. Sudanesa de origen, cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos. En 1882, tras ser comprada por un mercader italiano, Bakhita conoció un dueño totalmente diferente, el Dios vivo. En 1896 hizo los votos en la congregación de las Hermanas Canosianas, y desde entonces intentó, sobre todo, exhortar a la misión. En esta tarea está, también hoy, la orden Trinitaria en Sudán.
Extracto. Solidaridad.net
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