martes, 29 de enero de 2013

Educar a los niños o a los adultos: falso dilema





Siempre que se plantea el asunto de las prioridades en el mundo de la educación, surge la opción niños versus adultos. Frente al argumento de las restricciones financieras, y puestos a escoger, todos coinciden en que los niños deben tener prioridad, que los adultos pueden esperar. Se trata, no obstante, de un falso dilema y de una falsa opción: para educar a los niños es preciso educar a los adultos. No solo a las personas analfabetas sino también a los diplomados; no solo a padres/madres y a profesores sino a todos aquellos de cuyas decisiones y acciones depende el bienestar de los niños. Vale recordar que el derecho a la educación y la necesidad de continuar aprendiendo no tienen edad y se prolongan a lo largo de la vida, y que de la calidad de los adultos depende en gran medida la calidad de vida de los niños, sus posibilidades de presente y de futuro. De hecho - como he reiterado muchas veces - el derecho de los niños a la educación debería incluir el derecho a la formación y al aprendizaje permanente de quienes les educan.
¿Quiénes cuidan y educan a los niños en el hogar?. Adultos. Adultos madres y padres, abuelos, tíos, hermanos mayores, parientes, empleadas domésticas, vecinos, amigos cercanos. Adultos que desconocen, que improvisan, que replican muchas veces los mismos déficits de su propia crianza. Adultos de quienes depende la creación de ese "ambiente familiar rico en afecto y en estímulos" en el que tanto y con tanta razón insisten los programas de atención a la infancia. Madres y padres cuyo bienestar y cuya educación guardan estrecha relación con el bienestar y la educación de los hijos, como lo revelan y recuerdan desde hace mucho incontables estudios en todo el mundo.





¿Quiénes educan a niños y niñas en la escuela?. Adultos. Adultos llamados educadores, maestros, profesores, a los que muchas veces se forma mal y superficialmente, sin profundizar en los aspectos filosóficos y pedagógicos de una buena enseñanza. Adultos de cuyo buen criterio y profesionalismo depende, en gran medida, la posibilidad de esa "escuela amiga de los niños" a la que han aspirado y aspiran los grandes pedagogos progresistas. Sabemos ya de sobra que la calidad de la educación escolar depende fundamentalmente de la calidad de los educadores y de la calidad de los vínculos entre estos y los educandos. Invertir en buenos educadores es invertir en buena pedagogía, en altas expectativas, empatía, afecto, buen trato y respeto hacia los niños y niñas a su cargo.

¿Quiénes deciden qué deben aprender los niños dentro y fuera de la escuela, qué deben hacer, jugar, leer, escribir, ver en la televisión o en el cine, oír en la radio, mirar en Internet? Adultos. Padres y madres, empresarios, comunicadores, cineastas, diseñadores, programadores, educadores, periodistas, escritores, dibujantes, fotógrafos, camarógrafos, comerciantes... Adultos que precisan ser educados en la comprensión de la infancia, más allá de sus saberes ocupacionales o profesionales, de sus gustos y preferencias, de las lógicas del negocio. Adultos capaces de "estimular a los niños a desarrollar su curiosidad, imaginación y creatividad", como promocionan tantos aparatos pensados para consumo infantil. 



¿Quiénes asumen, en todo lugar y en toda cultura, que su papel es servir de ejemplo, cuidar a los niños, corregirles, orientarles, estimularles, instruirles, formarles?. Adultos. Adultos en el hogar, en la comunidad, en la calle, en el sistema escolar, en los medios, en el parque, en la cancha deportiva, en la iglesia, en la estación de policía, en el consultorio médico, en la central del partido. Adultos que repiten que "los niños son el futuro" y que "los niños son el recurso más valioso de una sociedad" pero que a menudo desdicen con sus actos lo que dicen con las palabras. 


¿Quiénes son los que toman a alto nivel las decisiones sobre qué hacer con los niños, qué enseñarles, cómo, dónde, cuándo?. Adultos. Adultos llamados políticos, burócratas, tecnócratas, especialistas, consultores, funcionarios internacionales, planificadores. Adultos que frecuentemente ignoran a los niños como sujetos de derecho, de participación y de consulta, pese a la conocida retórica que pone a "los niños en el centro" de la atención y de las políticas. 


Rosa María Torres. En el blog OTRAEDUCACIÓN
(viñetas de Francesco Tonucci - Frato)

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