domingo, 7 de agosto de 2011

PRINCIPIOS EDUCATIVOS PERSONALISTAS: EL PROFESOR Y SU TAREA


El profesor es un servidor. Y esta al servicio de los alumnos, no de la asignatura, de los contenidos o de los métodos. Ahora bien, este servicio no es semejante al que un esclavo presta a un tirano: la misión del maestro no es facilitar los caprichos del alumno. Al contrario, el maestro está al servicio del alumno para que este crezca como persona en comunidad.

Antes describíamos la tarea del alumno a partir de una palabra clave: aprender. Ahora nos centraremos en otra palabra clave para describir la tarea del maestro: enseñar. ¿Qué es enseñar?



Enseñar es servir. Servir, como decimos, a los alumnos para que conozcan y realicen su verdad; trabajar por ellos y con ellos; acercarse a ellos para conocer sus necesidades, sus problemas, sus deseos, sus anhelos, su mentalidad; compartiendo tiempo con ellos, arrimando el hombro cuando lo que haya que levantar pese demasiado, tendiendo la mano para aupar, dando una palabra con sentido en el momento preciso.

Enseñar es dar, ofrecer, entregar. Lo que el profesor entrega es algo que tiene valor. Lo entrega porque ama a sus alumnos, porque desea que estos vivan en plenitud; lo entrega porque ama lo que entrega, porque sabe que sólo se posee lo que se regala.

Además, enseñar es devolver con agradecimiento. Devolver lo recibido en la vida, esas cosas buenas que otros nos han dado a conocer con anterioridad; es continuar con esa tarea de entrega que otros hombres han llevado a cabo a lo largo de la historia. Lo que el profesor entrega a los alumnos es fruto del trabajo no sólo suyo, sino de muchos hombres que se empeñaron en construir un mundo mejor.

Enseñar es mostrar, traer a la luz, desvelar, revelar, acercar al alumno a la verdad para que este pueda contemplarla y caminar en ella; señalar y denunciar las mentiras que llegan a los alumnos a través de los medios; romper los prejuicios equivocados, enseñarles a pensar críticamente, a leer, a expresarse. Enseñar es decir la verdad y desenmascarar las mentiras.

Enseñar es proponer, posibilitar. El maestro no debe imponer, sino proponer. La diferencia es radical: cuando el trabajo viene impuesto es mucho más difícil que aparezca la motivación. Además, proponer es una forma de educar en la responsabilidad: la realización de lo propuesto, una vez es dialogado y se llega a un acuerdo asumido por todos, es responsabilidad de alumnos y profesor.

Enseñar es animar, pedir, exigir. La tarea del maestro no se limita a proponer. También es necesario animar, incitar al trabajo, al estudio, a la investigación; despertar la curiosidad, captar el interés, llamar la atención de los alumnos. En este sentido son muy importantes la actitud y las palabras del profesor. El profesor se tiene que mostrar activo, interesado, con ganas de trabajar; esta actitud ha de ser contagiosa y debe verse reflejada en las palabras. Palabras de ánimo hacia los alumnos. Esta animación que lleva a cabo el maestro es a la vez petición (de respuesta) y exigencia. Pero el profesor sólo puede esperar la respuesta tras haber entregado su vida en forma de palabra; la exigencia será la otra cara de la entrega gratuita de su vida. Quien entrega su vida desinteresadamente genera en el otro, por lo menos, una pregunta.

Enseñar es orientar, acompañar, facilitar. El maestro debe conocer a sus alumnos, acercarse a sus vidas, llamar a la puerta de su interioridad. Debe estar ahí, siempre. Y los alumnos deben saber que él está ahí cuando se le requiere. Su labor de acompañamiento y orientación consiste en ayudar al alumno a leer sus deseos profundos, colaborando con él en su realización.

Enseñar es esperar pacientemente. Todo proceso educativo realmente eficaz requiere tiempo. Más aún la educación personalista y comunitaria, que dura toda la vida. El profesor es la persona que sabe mirar y descubrir aquello que cada alumno está llamado a ser. Sabe orientarlo hacia ello y acompañarlo con paciencia. Sabe esperar trabajando –pues esperar es trascender, estar partiendo siempre en busca de algo–, esperar con las manos en la masa, amasando amorosamente. Sabe no ceder a las dificultades que siempre aparecen; sabe superarlas perseverando.

Enseñar es hacer reír: maestros, que nunca falte el buen humor. El humor sano que ayuda a trabajar cuando el trabajo se hace duro, que ayuda a relativizar las carencias cuando estas parecen insalvables, que ayuda a acercar los corazones de los alumnos y del profesor. Una sonrisa en la cara del profesor puede captar la atención de los alumnos mejor que muchas actividades preparadas para dicho cometido; además, la sonrisa en el rostro del otro despierta algo de esperanza y de alegría en los corazones apocopados o endurecidos. La risa hace comunidad cuando es sincera.

Enseñar es realizar aquello en lo que se cree: el maestro es ejemplo vivo de lo que en su palabra aparece, a pesar de sus debilidades y en sus debilidades mismas. No podemos pedir esfuerzo y eficacia y llevar las clases poco preparadas o tardar semanas en corregir y revisar los trabajos de nuestros alumnos.

Enseñar es estar siempre aprendiendo. El maestro no deja nunca de aprender, de buscar, de ser alumno y discípulo. Por eso al maestro no le resulta difícil ponerse en el lugar del alumno: él nunca ha dejado de ser alumno porque ha descubierto que la vida es un continuo dar y recibir, recibir y dar; que su vida empezó gracias a la ofrenda de otras personas, y que esta ofrenda posibilita ahora su ofrenda. El maestro ha descubierto la dinámica agápica de la vida.

Autor: Luis Rosa. Fundación E. Mounier. Salamanca 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario