miércoles, 21 de octubre de 2015

La visión de la Neurobiología Interpersonal de Daniel Siegel

En el Manual de Desórdenes Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría se clasifican más de 400 desórdenes o enfermedades mentales. Sin embargo, las definiciones de lo que consideramos salud mental son poco precisas

¿Qué es la salud mental? ¿De qué depende? ¿Cómo la cultivamos? En este artículo expondré algunas de las ideas que Daniel Siegel ha desarrollado al respecto a través de sus exploraciones sobre la mente, el cerebro y las relaciones interpersonales.

Daniel J. Siegel es actualmente profesor del Centro para la Cultura, el Cerebro y el Desarrollo en la escuela de medicina de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), co-director de Centro de Investigación en Atención Conciente (Mindful Awareness Research Center), miembro de la Asociación Americana de Psiquiatría y director del Instituto Mindsight en California.

Una de sus principales aportaciones al campo de la neurociencia es su teoría de la Neurobiología Interpersonal. En esta visión, Siegel define la experiencia mental como un proceso encarnado (dentro del cuerpo) que regula el flujo de energía e información. Este intercambio se desarrolla mediante tres elementos fundamentales: la mente, el cerebro y las relaciones interpersonales.

El cerebro (en realidad Siegel se refiere a todo el sistema nervioso), a través de sus más de cien mil millones de neuronas y trillones de conexiones entre ellas, procesa un flujo de energía e información.

Este flujo es regulado por la mente, y es a través de las relaciones personales que intercambiamos más información y ejercemos una influencia en nuestro universo .


La neurobiología interpersonal define el bienestar mental en términos de una integración entre estos elementos que conforman la experiencia conciente.

La integración se define en términos de los procesos opuestos de diferenciación y vinculación. Por ejemplo, cuando áreas separadas del cerebro se especializan en las funciones que les corresponden y se vinculan entre sí, decimos que el sistema está integrado y saludable.

La integración promueve que el sistema funcione como una unidad con las características de flexibilidad, adaptación, coherencia, vigor y estabilidad. Este flujo coherente de información está delimitado por los extremos del caos y la rigidez, parámetros que permiten diagnosticar desbalances mentales en el contexto de psicoterapéutico que se deriva de esta visión.

Por lo tanto, el bienestar mental proviene del desarrollo de relaciones empáticas, una mente coherente y un cerebro integrado.

¿Cómo se da el proceso de integración?

La integración se da en muchos niveles que incluyen procesos fisiológicos y procesos relacionados con la memoria y la comunicación.

En todos los dominios, el proceso central de integración está relacionado con el cultivo de la atención.

La atención como proceso central de la integración

El procedimiento, tan aparentemente sencillo, de dirigir voluntariamente la atención a un objeto y regresar a este cada vez que la mente se distrae y deja de fijarse en el mismo, puede tener repercusiones enormes en nuestro cerebro, percepción y emociones.

Uno de los descubrimientos más importantes de las neurociencias es que las conexiones cerebrales se modifican con la experiencia. Esto quiere decir que cada vez que aprendemos algo nuevo y lo practicamos repetidamente, se forman nuevas conexiones entre nuestras neuronas e inclusive podemos hacer que partes de nuestra corteza cerebral incrementen su grosor. Esta característica de nuestro cerebro se conoce como neuroplasticidad.

Al realizar ciertas prácticas contemplativas que promueven el cultivo de la atención es posible modificar la estructura y tamaño de ciertas áreas de nuestro cerebro, como la corteza cerebral prefrontal media (mPFC).

Esta región cerebral se conforma por varias estructuras responsables del desarrollo de los siguientes aspectos de la experiencia:

1. Regulación Corporal: Balance entre el sistema nervioso autónomo simpático y parasimpático.

2. Comunicación sintonizada: Nos permite comprender y sentirnos conectados con otros.

3. Balance Emocional: Relacionado con sentimiento de encontrar sentido a la vida sin sentirnos abrumados. Está también relacionado con un estimulo en las regiones límbicas.

4. Respuestas flexibles: Capacidad que nos permite pausar antes de actuar dándonos tiempo para reflexionar en las varias opciones de respuesta que tenemos.

5. Empatía: Considerar la perspectiva de otra persona.

6. Autoconciencia: Conciencia de nosotros mismos, la puerta al auto entendimiento y a la narrativa autobiográfica.

7. Extinción el miedo: Fibras con GABA (inhibidor de neurotransmisores) se extienden hasta la amígdala permitiendo que respuestas de miedo se mitiguen.

8. Intuición: Estar concientes de los estímulos en el cuerpo, especialmente de la información que proviene de las redes alrededor de nuestros intestinos y corazón (“sentimientos vicerales y de corazón”), que nos ayuda a abrirnos a la sabiduría de un aspecto no conceptual de nuestra personalidad.

9. Moralidad: La capacidad de pensar en un bien mayor y actuar conforme a ideales pro-sociales, incluso cuando estamos solos.

Estas nueve actitudes se desarrollan a consecuencia del entrenamiento en atención y al menos los primeros siete se desarrollan también a un temprana edad cuando existe una sensación de cercanía y una adecuada y armoniosa comunicación entre un niño y sus padres o tutores.

También se ha observado que a través de las prácticas de atención, la actividad en regiones límbicas como la amígdala se reduce. Está es un área relacionada con respuestas fuertemente emotivas y de estrés.

Cuando el área límbica del cerebro está más activa, se dice que el cerebro emocional bloquea al cerebro racional y es como si hubiésemos sido secuestrados por la emoción. Pero entre más entrenamos nuestra atención a dirigirse a algún objeto de manera voluntaria y a regresar a él una y otra vez, ganamos control sobre la región emocional del cerebro. Con suficiente entrenamiento podremos regular mejor nuestras respuestas emocionales, reducir miedos y ansiedad infundados, y lograr percibir con mayor claridad nuestra realidad.

Adicionalmente, estas prácticas también mejoran las funciones del sistema inmune, endócrino y cardiaco y promueven el desarrollo de la empatía, compasión y sensibilidad en la relaciones con otros.

La rueda de la atención

La literatura científica identifica tres dominios de atención: exógena, endógena y ejecutiva.

La atención exógena se activa cuando estímulos externos inmediatos atrapan nuestra atención, como puede ser un sonido fuerte. Mientras que, cuando mantenemos una atención sostenida sobre un objeto que elegimos deliberadamente ejercitamos la atención endógena.

La atención ejecutiva opera cuando nuestra atención no se restringen a estímulos externos ni a un foco único, permitiéndonos responder flexiblemente a la experiencia que se nos presenta.

La integración de la conciencia, según Siegel involucra el desarrollo de formas ejecutivas de la atención asociadas con las habilidades de auto-regulación, balance emocional, mejor respuesta al estrés y conductas pro-sociales.

Siegel propone un modelo de entrenamiento de la atención basado en técnicas contemplativas del budismo que puede ser implementado en un contexto laico. Estas técnicas, así como su funcionamiento las expone en su teoría llamada Mindsight (visión mental). Una forma esquemática de visualizar los campos que se trabajan en el entrenamiento que propone, es con lo que él llama la Rueda de la Atención.


El entrenamiento comienza con aprender a dirigir voluntariamente la atención a los estímulos que emergen en alguno de nuestros cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto o tacto. Una vez que nos hemos familiarizados con estos objetos, se dirige la atención a un dominio más sutil que es el de las sensaciones internas de nuestro cuerpo. Siegel llama a este dominio de experiencia nuestro sexto sentido.

Posteriormente, aprendemos a atender el dominio de la experiencia mental y nuestros objetos de atención se vuelven nuestros pensamientos, emociones y todo aquello que emerja al ojo de la mente. Finalmente nos entrenamos a dirigir nuestra atención a la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con otros y con todo lo que nos rodea.

Con estás prácticas, Daniel Siegel afirma que se trabaja y se desarrollan todos los distintos dominios de integración del complejo mente, cerebro y relaciones y se cultiva una mayor salud y bienestar mental.

Este modelo ha sido muy exitoso y se está aplicando en diversos ámbitos, particularmente como una herramienta de diagnóstico y de trabajo en la psicoterapia y también se ha incluido en nuevos modelos educativos.

POR EMILIANA RODRIGUEZ, 27 DE MAYO, 2012

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